Ángeles, demonios y el mundo espiritual

Booklet: Angels, Demons and the Spirit World

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Es asombroso cuántos cristianos profesantes se niegan a creer en ángeles o demonios, y mucho menos en un mundo espiritual “en el cielo”. Consideran estas ideas como reliquias o supersticiones del pasado lejano. Mientras que muchos no tienen problemas de creer en ovnis o formas de vida extraterrestres, se burlan de la idea de la existencia de ángeles y demonios reales. En el mejor de los casos, consideran a esos seres como símbolos del bien y del mal—una forma figurativa de describir un sentido del bien y del mal dentro de nosotros. Sin embargo, la Biblia revela claramente que los ángeles y los demonios sí que existen.

Hay otros que profesan creer en los ángeles, pero oscilan el péndulo completamente hacia el otro lado y realmente adoran a los ángeles. La Biblia es muy clara en que sólo se debe adorar a Dios, no a los ángeles.

En este folleto, presentaremos la revelación bíblica del mundo espiritual poco comprendido. Mientras que es importante creer lo que la Palabra de Dios revela sobre la existencia de ángeles y demonios, es aún más importante tener una verdadera comprensión de lo que estos seres espirituales están haciendo hoy, cómo nos afectan y qué significa su existencia para nosotros. Al mirar las Escrituras y aceptar la asombrosa verdad contenida en ellas, el mundo espiritual se volverá claramente visible ante nuestros “ojos espirituales” y ¡obtendremos una percepción más clara que nunca!

ANTES DE LA CREACIÓN FISÍCA

La Biblia nos revela que hubo un tiempo en el que sólo existía Dios. Sin embargo, esa afirmación va acompañada del entendimiento bíblico de que Dios en realidad consta de dos seres—el Padre y el Hijo. Juan 1:1 nos dice: “En el principio [antes de que se creara cualquier otra cosa] era el Verbo [el Hijo de Dios—Jesucristo], y el Verbo era con Dios [Dios el Padre], y el Verbo era Dios”. Dios siempre ha existido. Nunca hubo un tiempo en el que Dios (tanto el Padre como el Hijo) no existieran.

La Biblia no nos dice lo que Dios hizo antes de comenzar a crear cosas dentro del mundo espiritual y luego en el universo físico. Se nos dice, sin embargo, que hubo un tiempo en el que Dios comenzó su obra de creación. Podríamos especular que Dios dedicó mucho tiempo planificando su creación. Sin embargo, no se nos dice cuánto tiempo tomó esto ni qué hizo Dios antes de comenzar a planificar su creación.

Nosotros, los humanos, tendemos a pensar que la creación se refiere al universo físico—las galaxias, los soles, las estrellas y los planetas, y nuestra propia tierra y las formas de vida que hay en ella, incluido el hombre. Dios, sin embargo, no comenzó su obra de creación creando cosas físicas. Primero creó las cosas espirituales. Este reino espiritual todavía existe hoy en día, pero como es invisible al ojo humano, muchos optan por no creer en él. Sin embargo, cuando se entiende correctamente, el mundo espiritual es mucho más real que el mundo físico. De hecho, es permanente, a diferencia del mundo físico, que es temporal. El mundo espiritual creado ha existido por mucho más tiempo que cualquier cosa física y seguirá existiendo por toda la eternidad.

PARTE 1—EL MUNDO DE LOS ÁNGELES

Se nos revela en la Palabra de Dios que Dios creó a los ángeles. Los ángeles no han existido desde siempre. Los ángeles tuvieron un comienzo. El Salmo 148:1–2, 5 nos dice: “¡ALABAD a JEHOVÁ!… Alabadle, vosotros todos sus ángeles; ¡Alabadle, vosotros todos sus ejércitos!… Porque Él mandó, y fueron CREADOS”.

Pablo confirma en Colosenses 1:16 que los ángeles—invisibles al ojo humano—fueron creados. No han existido desde siempre. “Porque en él [Jesucristo] fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles”.

LOS ÁNGELES NO PUEDEN MORIR

Los ángeles fueron creados como seres espirituales inmortales, para vivir para siempre. Cristo comparó la inmortalidad de los ángeles con el POTENCIAL del hombre para volverse inmortal cuando dijo en Lucas 20:36: “Porque no pueden [el hombre hecho inmortal en la resurrección] ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección”. Esta verdad se confirma en 2 Corintios 4:18: “…pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. Los ángeles son invisibles; “no son vistos” por el ojo humano (compárese con Colosenses 1:16).

LOS ÁNGELES NO SE CASAN

Los ángeles no experimentan el matrimonio físico en el reino espiritual, y los cristianos resucitados que son transformados en seres espirituales tampoco se casarán. Cristo confirmó esto en Mateo 22:30: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como LOS ángeles de Dios en el cielo”.

LOS ÁNGELES DISFRUTAN COMIENDO

Los ángeles fueron creados como seres espirituales—están compuestos de espíritu. Como tales, no dependen de cosas físicas, incluida la comida. Sin embargo, a los ángeles les gusta comer. De hecho, nos cuentan que tienen comida especial. El Salmo 78:24–25 nos dice: “[Dios] hizo llover sobre ellos maná para que comiesen, y les dio trigo de los cielos. Pan de nobles comió el hombre; les envió comida hasta saciarles”. Génesis 18:1–8 muestra que los dos ángeles (compárese con Génesis 19:1), que acompañaban al identificado como el SEÑOR, también comieron una comida que preparó Abraham.

MÁS PODEROSOS QUE EL HOMBRE

Como seres espirituales, los ángeles son mucho más fuertes y poderosos que el hombre físico. La Biblia confirma en 2 Pedro 2:11 el hecho obvio de que “…los ángeles… son mayores en fuerza y potencia” que los humanos.

NO TAN CONOCEDORES COMO DIOS

Los ángeles no tienen el mismo conocimiento y comprensión que tiene Dios. En 1 Pedro 1:12, se nos dice que Dios revela a Su iglesia conocimiento espiritual que ni siquiera los ángeles poseen: “…cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”. De hecho, Efesios 3:10 confirma que ha llegado el momento cuando “…la multiforme sabiduría de Dios sea dada a conocer por medio de la iglesia [a la cual Dios reveló su sabiduría] a los principados y potestades en las regiones celestiales” [diferentes rangos de ángeles, véase más abajo]”.

¿CUÁNTOS ÁNGELES EXISTEN?

El hombre no tiene comprensión de cuántos ángeles existen. La cifra revelada es realmente alucinante. En Apocalipsis 5:11, el número de ángeles que se habían reunido ante el trono de Dios se da como “…millones de millones”. Hebreos 12:22 va aún más lejos: “Sino que os habéis acercado… a la compañía de muchos millares de ángeles”. En inglés el número de ángeles en este versículo se da como “… una compañía innumerable de ángeles”. La palabra griega para “innumerables” es “anarithmethos”, que literalmente significa “sin número”. Ciertamente Dios sabe cuántos ángeles creó, pero para el hombre, los ángeles son “innumerables”.

LOS ÁNGELES TIENEN SENTIMIENTOS

Dios no creó a los ángeles como robots. Más bien, son seres individuales con emociones y sentimientos. En Job 38:7, los ángeles cantaron juntos y gritaron de alegría cuando vieron la hermosa creación de la tierra por parte de Dios. Además, se “regocijan” cuando un pecador se arrepiente (compárese con Lucas 15:10).

LOS ÁNGELES TIENEN SU PROPIO IDIOMA

Los ángeles hablan su propio idioma, un idioma diferente al de los hombres. En 1 Corintios 13:1, Pablo dice: “Si yo hablase lenguas [idiomas] humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser [como] metal que resuena, o címbalo que retiñe”.

LOS ÁNGELES TIENEN SUS PROPIOS NOMBRES

Como seres individuales con sentimientos y emociones, y con su propio lenguaje, Dios también los conoce por nombres individuales. La Biblia nos revela dos nombres angelicales—Miguel y Gabriel. También habla de un tercer ángel—Lucifer—que se convirtió en Satanás el diablo. Sin embargo, parece que todos los demás ángeles también tienen nombres dados por Dios. En Hebreos 1:4, se nos dice que Cristo “…heredó más excelente nombre que ellos”, y Efesios 1:21, al comparar a Cristo con el mundo angelical, afirma que Cristo estaba sentado a la diestra de Dios el Padre, “…sobre todo… nombre que se nombra” (Compárese también con Filipenses 2:9).

LOS ÁNGELES DE DIOS NO ESTÁN SIEMPRE EN EL CIELO

Muchas Escrituras nos dicen que la morada de los ángeles de Dios está en el cielo. Apocalipsis 7:11 señala: “Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono… y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios”. Sin embargo, esto no significa que los ángeles siempre permanecen en el cielo. Jacob vio en un sueño a los ángeles de Dios que subían y descendían por una escalera que llegaba al cielo. Entendió que se le había mostrado la “puerta del cielo” (Génesis 28:12-17). Cristo le explicó a Felipe que los ángeles de Dios subían y descendían sobre el Hijo del Hombre (Juan 1:51). También veremos más adelante en este folleto que los ángeles son enviados por Dios para “…recorrer toda la tierra” (Zacarías 6:7).

EL ÁNGEL DEL SEÑOR

La Biblia menciona repetidamente al “ángel del SEÑOR”. Algunos afirman que esta expresión siempre se refiere a Jesucristo, como el Mensajero de Dios el Padre (véase discusión más abajo). Sin embargo, en la mayoría de los casos, la palabra “SEÑOR” en el Antiguo Testamento se refiere a Cristo, aunque también puede referirse al Padre. (Consulte nuestro folleto gratuito, “Dios es una familia”). También leemos en Lucas 2:9 que un “ángel del Señor” se les presentó a los pastores en el campo después del nacimiento de Cristo. En este pasaje, el término “ángel del Señor” no podría referirse a Cristo mismo, de lo contrario, habría estado en dos lugares diferentes al mismo tiempo.

Parece que la frase “ángel del Señor” a menudo designa a un ángel enviado por Dios. Por ejemplo, leemos en 1 Reyes 19:5 que “un ángel” le tocó a Elías. En el versículo 7, se hace referencia al ángel como “el ángel de Jehová”. La Biblia “New King James”—en inglés—capitaliza arbitrariamente la palabra “ángel” en algunos de esos pasajes. Tal interpretación es simplemente una interpretación del traductor y, por supuesto, no se encuentra en el original.

OTRAS DIFICULTADES CON LA PALABRA “ÁNGEL”

Leemos en Oseas 12:3–4, en la “Nueva Traducción Viviente” que Jacob “…luchó con Dios. Sí, luchó con el Ángel y prevaleció”. También leemos en Génesis 32:28, 30 que Jacob “…luchó con Dios”, y que “… vio a Dios cara a cara”.

Además, se nos dice en Éxodo 3:2 que “…el ángel de JEHOVÁ se le apareció en una llama de fuego”. En el versículo 4, se nos dice que Moisés fue llamado por Dios de en medio de la zarza. Sin embargo, en Hechos 7:35, Esteban dijo que “…el ángel… se le apareció en la zarza”.

Como tercer ejemplo, Éxodo 19:18–21 nos dice que “el SEÑOR” y “Dios” hablaron con Moisés en la cima del monte Sinaí. Esteban dijo en Hechos 7:38 que “el ángel… le habló en el monte Sinaí”.

¿Cómo explicamos estas contradicciones aparentes?

En hebreo, la palabra para “ángel” es “malak” o “malech”, que se deriva del hebreo “l’k”, que significa “entregar un mensaje” o “llevar a cabo una tarea”. La palabra “malak” puede traducirse como “ángel” o “mensajero”. La palabra griega para “ángel” es “angelos”, que también significa “mensajero”. La palabra latina “angelus” se deriva de la palabra griega “angelos” y significa “ángel”. Por lo tanto, las palabras “malak” y “angelos” pueden referirse a un ser angelical creado y pueden referirse a mensajeros humanos. (Compárese con Génesis 32:3; Hageo 1:13; Mateo 11:10; y Santiago 2:25. En estos pasajes, las palabras “malak” y “angelos”, que se refieren a seres humanos, se traducen como “mensajero”.) Estas palabras también pueden referirse a Jesucristo, el “Mensajero” de Dios el Padre, como es el caso en Malaquías 3:1.

El “ángel” o “mensajero” que les apareció a Moisés y a Jacob fue Jesucristo. Fue Cristo quien trató directamente con el antiguo Israel y Judá. (Para una prueba bíblica, por favor lea nuestro folleto gratuito, “Dios es una familia”). Por lo tanto, los pasajes citados anteriormente en los libros de Oseas, Génesis y Éxodo identifican a la Persona dentro de la Familia Dios que luchó con Jacob y que habló con Moisés—Jesucristo, el “mensajero” del Padre. En otros pasajes, como veremos, la Biblia puede decir que Dios hizo ciertas cosas, pero el contexto revela que lo hizo a través de sus ángeles.

DIFERENTES ÓRDENES DE ÁNGELES

Parece que existen diferentes órdenes, categorías o rangos de ángeles, con diversos grados de poder y autoridad. Al describir el mundo angélico, Colosenses 1:16 habla de “…tronos o dominios o principados o potestades”. Efesios 1:20–21 se refiere a los ángeles como “…principado y autoridad y poder y señorío”. En Efesios 3:10, los ángeles se identifican como “…principados y potestades en los lugares celestiales”, y 1 Pedro 3:22 describe el mundo creado de seres espirituales como “…ángeles, autoridades y potestades”.

A la luz de estas Escrituras, la Biblia suiza “Zürcher Bibel” se refiere a rangos entre los ángeles. La “Ryrie Study Bible” afirma en una anotación a Efesios 1:21: “Estas palabras (es decir, principado y autoridad y poder y señorío) en el pensamiento rabínico de la época, describían diferentes órdenes de ángeles”.

Como quedará más claro en el resto de este folleto, a los ángeles se les han dado diversos grados de poder y gloria. Todos ellos son poderosos y gloriosos, pero no en la misma medida. Apocalipsis 5:2 habla de un “ángel fuerte”. Apocalipsis 10:1 y 18:21 describen ángeles “poderosos”. Apocalipsis 18:1 presenta a un ángel “…descendiendo del cielo con gran poder, y la tierra fue alumbrada con su gloria”. Otras Escrituras implican que a ángeles específicos se les dieron poderes especiales sobre el fuego (Apocalipsis 14:18) y el agua (Apocalipsis 16:5).

El siguiente resumen breve describirá los diferentes órdenes o categorías de ángeles, según se revela en las Escrituras:

(1) Arcángeles

La Biblia habla a veces de ciertos “arcángeles”. El significado de esta palabra es “mensajero principal”. Sólo a Miguel se le menciona en las Escrituras específicamente como un “arcángel”. El nombre “Miguel” significa “¿Quién es como Dios”? Judas 9 lo identifica como un “arcángel”. También se le conoce como “uno de los príncipes principales” (Daniel 10:13), lo que demuestra que debe haber “príncipes principales” adicionales. También se le describe como “el gran príncipe” (Daniel 12:1). Él está claramente a cargo de otros ángeles, como explica Apocalipsis 12:7 (“Miguel y sus ángeles luchaban…”).

No se revela claramente si el segundo ángel nombrado en la Biblia, Gabriel, también es un arcángel. El nombre “Gabriel” significa “Dios es poderoso”. Mientras que la Biblia no describe la apariencia de Miguel en ninguna parte, el ángel Gabriel tiene la “apariencia de un hombre” (Daniel 8:15; 9:21; véase también el debate detallado más adelante en este folleto). Él “está delante de Dios” (Lucas 1:19) y muchas veces es enviado por Dios al hombre con noticias positivas e importantes (Lucas 1:26, 31). Fue enviado varias veces a Daniel, y fue enviado a Zacarías (Lucas 1:11-13) y a María. Dado que el significado de “arcángel” es “mensajero principal”, y dado que Gabriel es enviado por Dios con mensajes importantes, la suposición es convincente de que Gabriel es un arcángel. Ha sido visto tradicionalmente como uno de los otros arcángeles y uno de los principales príncipes.

1 Tesalonicenses 4:16 habla de un “arcángel” sin explicar específicamente su identidad. Leemos: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de un arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Y los muertos en Cristo resucitarán primero”. Esta redacción indica, también, la existencia de más de un arcángel; de lo contrario, simplemente diría, “el arcángel”.

(2) Serafines

En un lugar, la Biblia se refiere específicamente a seres angélicos como “serafines”. La palabra “serafín” significa “ardiente” o “noble”. Estos seres se representan de pie por encima del trono de Dios, cada uno “…tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban” (Isaías 6:2). La voz de un serafín es tan poderosa que “…los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba” (Isaías 6:4). Isaías 6:6 describe a uno de los serafines teniendo un carbón encendido en su mano.

No está claro si este pasaje aclara que los serafines se parecen a los hombres. La referencia a “rostro”, “pies” y “mano” podría sugerir esto. Por otro lado, la palabra hebrea para “serafín”, “saraph” (compárese con “Strong’s Exhaustive Concordance of the Bible”, bajo “Serafines” y “Serpiente”, Número 8314) también se usa en otros pasajes, describiendo dragones o serpientes. Leemos en Isaías 14:29, “No te alegres tú, Filistea toda, por haberse quebrado la vara del que te hería; porque de la raíz de la culebra saldrá áspid, y su fruto, serpiente voladora”. La palabra hebrea para “serpiente ardiente” es “saraph”. La Biblia “Dios Habla Hoy” da la traducción, “un dragón volador”. Un pasaje adicional se puede encontrar en Isaías 30:6: “Profecía sobre las bestias del Neguev: Por tierra de tribulación y de angustia, de donde salen la leona y el león, la víbora y la serpiente que vuela (“saraph” en hebreo)…”

La palabra hebrea “saraph” también se utiliza en Números 21:8–9, cuando Dios instruyó a Moisés, diciendo “Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre un asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre un asta…”

El “Rienecker’s Commentary to the Bible” declara lo siguiente: “Pasajes como Isaías 14:29 y 30:6, que describen serafines voladores (plural de saraph, traducido por Lutero como ‘dragón volador’), así como Isaías 6:2, 6, usando la palabra para describir seres de seis alas sobre el trono de Dios, van más allá de la idea de una serpiente o víbora común, e inculcan en el lector el concepto de criaturas parecidas a dragones…”

(3) Querubines

Quizás los seres angélicos más conocidos que se mencionan en la Biblia son los “querubines”. Como explicaremos con más detalle más adelante en este folleto, la idea común de qué son los querubines, o de cómo se ven, es totalmente falsa. El significado de “querub” o “querubín” es “aquellos agarrados, retenidos”. Dios “…puso al oriente del huerto de Edén querubines y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3:24). Dios “mora entre los querubines” (Salmo 99:1; 2 Samuel 6:2), cabalgando “sobre un querubín” (Salmo 18:10; 2 Samuel 22:11). Moisés recibió instrucciones de “…hacer dos querubines de oro… en los dos extremos del propiciatorio… Y los querubines extenderán sus alas por encima, cubriendo con sus alas el propiciatorio, y estarán el uno frente al otro… y yo hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio” (Éxodo 25:18, 20, 22).

También leemos que el velo del tabernáculo “…será de azul, púrpura, carmesí y lino torcido; será hecho de obra primorosa, con querubines” (Éxodo 26:31); que las paredes del templo de Salomón estaban esculpidas de “…diversas figuras, de querubines, de palmeras y de botones de flores” (1 Reyes 6:29); y que “…las bases [de los carros] tenían unos tableros sujetados por un marco que estaban adornados con figuras de leones, bueyes y querubines” (1 Reyes 7:29, “Reina Valera Contemporánea”).

Un ángel fuerte y poderoso se describe en Ezequiel 28:14–16 como el “querubín grande y protector… Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad… y pecaste; por lo que yo te eche del monte de Dios; y te arroje de entre las piedras del fuego, oh querubín protector”. Otros pasajes, como Isaías 14:12, nos dicen que este querubín era “Lucifer”, quien pecó contra Dios y se convirtió en Satanás el diablo (más información sobre este tema se dará más adelante en este folleto).

La Biblia no nos dice cuántos querubines existen. Ezequiel, capítulos 1 y 10, mencionan al menos cuatro querubines, además del antiguo querubín Lucifer, quien ahora es Satanás.

Algunos han especulado si Miguel y Gabriel no solo son arcángeles, sino también querubines. La Biblia no identifica a estos dos ángeles como querubines en ninguna parte.

(4) Cuatro seres vivientes

La Biblia habla de “cuatro seres vivientes” en el libro del Apocalipsis que aparecen ante el trono de Dios. Aunque su descripción es, hasta cierto punto, similar a la de los serafines, sin embargo, existen distinciones, lo que implica que estos seres angélicos pertenecen a una categoría u orden separado. Apocalipsis 4:6–9 explica que tienen seis alas y que todos se ven diferentes. Uno se parece a un león, otro se parece a un becerro, uno se parece a un águila volando y el otro tiene cara de hombre. Además, tienen voces de trueno (Apocalipsis 6:1) y llevan a cabo la Voluntad de Dios dirigiendo a otros ángeles (compárese Apocalipsis 15:7).

(5) Los Veinticuatro Ancianos

El libro de Apocalipsis también habla de veinticuatro seres espirituales de alto rango dentro del reino angélico, llamados los “veinticuatro ancianos”. Están en el cielo, vestidos con túnicas blancas, con coronas de oro en sus cabezas y sentados en veinticuatro tronos delante del trono de Dios, a quien adoran y sirven (Apocalipsis 4:4, 10–11). El alto rango de los “cuatro seres vivientes” y los “veinticuatro ancianos” se expresa en Apocalipsis 5:11: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono [de Dios y del Cordero, Jesús Cristo], y de los seres vivientes, y de los ancianos…” (compárese también con Apocalipsis 7:11).

(6) Los Siete Espíritus de Dios

Como se expondrá más adelante con más detalle, la Biblia nos revela la existencia de siete ángeles especiales de Dios, a los que se hace referencia como los “Siete Espíritus de Dios” (Apocalipsis 5:6), cuya responsabilidad es caminar por la tierra para informar sus observaciones a Dios. Es posible que estos siete seres espirituales sean idénticos a “…los siete ángeles que están delante de Dios, y les fueron dadas [las] siete [últimas] trompetas… Así que los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocar” (Apocalipsis 8:2, 6). Estos siete seres espirituales quizás también sean idénticos a los “siete truenos” mencionados en Apocalipsis 10:3–4, y a los siete ángeles de las siete iglesias mencionados en Apocalipsis 1:20, así como en Apocalipsis 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7 y 14.

(7) Los ángeles restantes

Muchas veces, la Biblia habla de los ángeles en términos generales. Leemos del arcángel “Miguel y sus ángeles” (Apocalipsis 12:7). 1 Pedro 3:22 habla de “ángeles, autoridades y potestades”. También se hace referencia a los ángeles como “hijos de Dios” (compárese con Job 1:6; 38:7) o como “estrellas” (compárese con Isaías 14:13; Apocalipsis 12:4; Apocalipsis 9:1–2; Apocalipsis 1:20). Como cada estrella física tiene un nombre dado por Dios (Isaías 40:26; Salmo 147:4), así parece, como se mencionó antes, que Dios también le dio su nombre a cada ángel, ya que los “ángeles” muchas veces se describen en sentido figurativo como “estrellas.” A los ángeles de alto rango a veces se les refiere como “estrellas de la mañana”, compárese con Job 38:7.

NO CONTACTE Y ADORE A LOS ÁNGELES

Cuanto más estudiamos las Escrituras sobre el mundo de los ángeles, más nos sorprenderá la asombrosa verdad que se desarrolla ante nuestros ojos. Aprenderemos sobre poderes y habilidades desconocidos y sin precedentes que poseen los ángeles. Su tremenda fuerza y poder tal vez podrían motivarnos a adorar a los ángeles en nuestros pensamientos. El estudio del mundo angélico también podría tentarnos a tratar de ponernos en contacto con los ángeles y, literalmente, adorarlos. Estas acciones serían un terrible error. La Biblia nos advierte explícitamente que NO hagamos eso.

Juan, un apóstol de Jesucristo, tuvo que vencer la misma tentación de la que estamos hablando. Después de que un ángel poderoso le había mostrado a Juan en una visión lo que sucedería en el futuro, Juan pensó que tenía que adorar a este ángel. Apocalipsis 19:10 nos dice: “Y me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: ‘Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios’”.

La memoria humana es efímera. Unos capítulos más adelante, Juan está a punto de repetir el mismo error. Apocalipsis 22:8–9 registra: “Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: ‘Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios’”.

Además, la Biblia nos advierte que no establezcamos contacto con los ángeles. Cuando Dios quiere enviarnos un ángel con un mensaje, lo hará. Intentar de establecer contacto con los ángeles es muy peligroso. Como veremos más adelante en este folleto, podríamos terminar estableciendo contacto con el tipo de ángel equivocado. Colosenses 2:18 dice: “Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal”.

La mayoría de comentarios y traductores señalan que el griego aquí transmite el significado de alguien que intenta iniciar contacto con el mundo de los espíritus. Por ejemplo, la “Nueva Biblia Viva” traduce este versículo de la siguiente manera: “No dejen ustedes que les quiten su premio quienes fingen ser humildes y adoran a los ángeles. Estos individuos dicen haber visto visiones y se llenan de orgullo por sus pensamientos humanos…” La “Traducción en lenguaje actual” dice: “Así que no dejen que nadie los condene, y menos esa gente que adora a los ángeles y que aparenta ser humilde. Dicen que ven visiones, pero mienten. Sus pensamientos los llenan de orgullo, pero sólo piensan cosas malas”.

Debemos tener en mente en cualquier momento que los ángeles son seres creados y que toda adoración debe estar dirigida hacia el Creador, en lugar de cualquier cosa o persona creada. Romanos 1:25 nos habla de los paganos que “…cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos”.

Leemos que Dios el Padre creó todo, incluido el mundo espiritual de los ángeles, por medio de Jesucristo (compárese nuevamente Colosenses 1:16). Hemos visto que Dios el Padre le dio a Jesucristo un nombre que está muy por encima del nombre de cualquier otra persona o cualquier otra cosa (compárese de nuevo Hebreos 1:4; Efesios 1:21; Filipenses 2:9). Solo Jesucristo fue digno de abrir el libro y desatar sus sellos (Apocalipsis 5:1–5) para mostrar a los siervos de Dios “las cosas que deben suceder pronto” (Apocalipsis 1:1). ¡Ningún ángel fue lo suficientemente digno para hacerlo!

Al leer acerca de las obras poderosas de los ángeles, debemos recordar siempre que Dios les dio tal poder. En lugar de adorar a los ángeles, debemos adorar al Dios Creador y asombrarnos de sus habilidades y fuerza. Asimismo, Éxodo 20:4 prohíbe severamente crear cualquier imagen de cualquier cosa que esté arriba en el cielo con el propósito de adorarlo.

NO FALTE RESPETO A LOS ÁNGELES

Por otro lado, el hecho de que nunca debemos adorar a los ángeles no significa que debemos menospreciarlos o hablar mal de ellos. Dios no dejaría sin castigo a una persona que mostrara falta de respeto a los ángeles, ya que tal persona mostraría falta de respeto y desprecio a Dios, el Creador del mundo angélico.

La Biblia condena a aquellos que hablan mal de los ángeles. En Judas 8 leemos de “soñadores” que “mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores”. Como señala el margen de la “New King James Bible” en inglés, la palabra griega para “dignatarios” significa “resplandecientes”. Aquí Judas se refiere a seres angélicos. La “Nueva Versión Internacional” traduce esta palabra como “seres celestiales”. La “Nueva Traducción Viviente” dice, “seres sobrenaturales”, y la “Nueva Biblia de las Américas” dice, “majestades angélicas”.

Además, 2 Pedro 2:10 reitera que los que “siguen la carne” “no temen decir mal de las potestades superiores”. De nuevo, en griego, el significado es “resplandecientes”.

Encontramos un ejemplo de un individuo obstinado que no tiene miedo de hablar mal de los ángeles, en Apocalipsis 13:6. En las Escrituras también se hace referencia a este ser humano como la “bestia”, el líder final de un Imperio Romano resucitado en Europa. Leemos: “Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo”.

CÓMO SE VEN LOS ÁNGELES 

Sabemos de las Escrituras que los ángeles, en su estado creado y glorioso, son invisibles al ojo humano. Sin embargo, también leemos que los ángeles se manifestaron a veces para ser vistos por los humanos. Puede ser sorprendente saber CÓMO los ángeles se manifestaron a los humanos. Mucha gente tiene una idea completamente equivocada de cómo se ven los ángeles. Cuando vemos imágenes de pequeños bebés desnudos con alas y trompetas doradas o arcos con flechas, pretendiendo ser ángeles, tenemos una idea totalmente equivocada de cómo se ven realmente los ángeles. De hecho, esas imágenes constituyen una violación del mismo mandamiento de no menospreciar o faltar el respeto a los ángeles.

(1) Algunos ángeles tienen rasgos de hombre

La Biblia revela que algunos ángeles, cuando se le aparecen al hombre en un estado físico o en una visión en su estado glorioso, en realidad se parecen a los hombres. Tienen un cuerpo, una cabeza, ojos, brazos, manos y pies. Examinemos algunas Escrituras en relación con eso.

Daniel 8 da una descripción de un ángel fuerte y poderoso, Gabriel, quien se le apareció a Daniel. Aunque se pareció a un hombre, su apariencia fue tan abrumadora que Daniel tuvo miedo y se enfermó. Leemos en Daniel 8:15–18, 27:

“Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre. Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a este la visión. Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin. Mientras él hablaba conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro; y él me tocó, y me hizo estar en pie… Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y no la entendía…”

Lo que Daniel encontró aquí fue, de hecho, una visión, como lo explica Daniel 9:20–21: “Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de JEHOVÁ mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde”.

Incluso en la visión, la aparición del ángel Gabriel fue tan poderosa que Daniel tuvo miedo; cayó en un sueño profundo; se desmayó y quedó inconsciente; y estuvo enfermo varios días. Gabriel no se parecía a un hombre cualquiera, aunque tenía rasgos de hombre. También aprendemos de estos versículos que Gabriel podía volar rápidamente, aunque no encontramos que Gabriel esté representado expresamente con alas.

Es muy probable que Gabriel fuera enviado por tercera vez a Daniel con un mensaje. Si es así, su apariencia gloriosa se describe en detalle en Daniel 10:5–9: “Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud. Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra”.

Algunos afirman que esta no es una descripción de un ángel, sino de Cristo, ya que la descripción de Cristo en Apocalipsis 1 es similar. Sin embargo, en ningún caso Daniel podría hablar de Cristo en ese pasaje. Como discutiremos plenamente en este folleto, el “hombre glorioso”, el ángel, le revela a Daniel que no pudo vencer a un demonio sin la ayuda de otro ángel poderoso, el arcángel Miguel (compárese con Daniel 10:13). Dado que Cristo es mucho más poderoso que cualquier ángel o demonio [después de todo, Él creó a todos esos seres en primer lugar], Daniel fue visitado por un ángel poderoso—con toda probabilidad, Gabriel—y no por Cristo mismo. Se pueden encontrar más descripciones de las apariciones de Gabriel en Lucas 1:11–19 y 26–38.

Hay otros pasajes que nos cuentan más acerca de los ángeles que se parecen a los hombres cuando se manifiestan al ojo humano. Uno de esos encuentros con ángeles se describe en Lucas 24:4–5, contando el relato de cuando las mujeres fueron al sepulcro de Jesús, pero no pudieron encontrar su cuerpo: “Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive”?

Estos dos hombres eran ángeles, como lo revela el relato paralelo en Juan 20:11–12. Nótese, también, este relato adicional de uno de los dos ángeles, en Marcos 16:5, 8: “Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron.… Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo”. Su aspecto fue de tal forma que tuvieron miedo. A pesar de tener rasgos de hombre, no se parecían a hombres ordinarios.

El motivo de su huida y conmoción emocional no fue solo porque no pudieron encontrar el cuerpo de Cristo, sino también por la forma en que se les apareció el ángel. Encontramos una descripción detallada de su aparición en Mateo 28:1–5, 8: “Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: ‘No temáis vosotras’… Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo”. 

La apariencia de este ángel, aunque tenía rasgos de hombre, era como un relámpago, de modo que los guardias que lo vieron temblaron de miedo, al igual que las mujeres, cuando lo vieron. Los guardias luego se desmayaron y quedaron inconscientes.

En Ezequiel 40:3, se describe a un ángel de esta manera: “…he aquí un varón, cuyo aspecto era como aspecto de bronce”.

Juan describe además a un ángel poderoso con rasgos de hombre de la siguiente manera: “Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego… y clamó a gran voz, como ruge un león” (Apocalipsis 10:1–3).

(2) Algunos ángeles pueden parecerse a mujeres

Vimos que los ángeles comúnmente aparecen con rasgos de hombre, y algunos de ellos se parecían a hombres jóvenes. Además, hay una Escritura que tal vez podría indicar que algunos ángeles pueden parecerse a mujeres. Nótese Zacarías 5:9–11: “Alcé luego mis ojos, y miré, y he aquí dos mujeres que salían, y traían viento en sus alas, y tenían alas como de cigüeña, y alzaron el efa entre la tierra y los cielos. Dije al ángel que hablaba conmigo: ¿A dónde llevan el efa?  Y él me respondió: Para que le sea edificada casa en tierra de Sinar [Babilonia, Génesis 11:2, 9]; y cuando esté preparada lo pondrán sobre su base”.

(3) Ángeles no reconocidos

Los ángeles se han manifestado a veces a los humanos sin ser reconocidos como ángeles. Esto significa que en esos momentos ellos no aparecieron en su forma glorificada, sino en una forma diferente. Los ángeles pueden manifestarse de tal manera que se parecen completamente a los hombres ordinarios. Hebreos 13:2 nos dice: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. Uno de esos ejemplos se puede encontrar en Génesis 19:1–11, donde Lot invitó a dos ángeles a su casa. Lot, así como los hombres de Sodoma, no se dieron cuenta de que estos dos extraños eran ángeles. Esa es la razón por la cual los hombres depravados de Sodoma querían tratar “carnalmente” con los extraños, y por qué Lot quería proteger a los extraños ofreciendo neciamente a sus hijas a los ciudadanos de Sodoma. Nadie se dio cuenta del poder que poseían estos dos ángeles (compárese con el versículo 11).

Se ha registrado otro episodio en Hechos 12:13–15 cuando Pedro había sido encarcelado y los discípulos oraron por su liberación. Sin que los discípulos lo supieran, Pedro había sido liberado por un ángel: “Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.Y ellos le dijeron: ‘Estás loca’. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ‘¡Es su ángel’”!

Los discípulos pensaron que era posible que un ángel pudiera aparecer como Pedro, hablando con la voz de Pedro. Después de todo, habían experimentado que Jesucristo, después de su resurrección, también podía aparecer en una forma diferente. Cristo no se apareció a sus discípulos en su estado glorificado. Él no apareció antes de su ascensión al cielo, con todo su poder y gloria que tiene hoy. Podemos encontrar una descripción de su apariencia gloriosa en Apocalipsis 1:10, 12–17. También encontramos una descripción de su gloria, antes de su nacimiento humano, en Ezequiel 1:26–28. Cuando les apareció a sus discípulos después de su resurrección, apareció como un hombre común, tanto que no lo reconocieron. Los relatos de sus apariciones se pueden encontrar en Juan 20:14–16 y Juan 21:4–7. Solo llegaron a reconocerlo después de que habló de cierta manera o realizó cierto milagro que había realizado antes de su muerte.

Leemos que los discípulos en el camino a Emaús no reconocieron al Cristo resucitado hasta que “…tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; más él se desapareció de su vista” (Lucas 24:30–31). La razón por la que no lo reconocieron antes se explica en Marcos 16:12: “Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo”.

A los ángeles también se les da el poder de manifestarse “en otra forma”, pareciéndose a la gente común para que los hombres no puedan reconocerlos como ángeles.

(4) Algunos ángeles se parecen a animales

No todos los ángeles tienen rasgos de hombre. La Biblia contiene muchas descripciones de ángeles que tienen rasgos de animales. Por ejemplo, como se mencionó anteriormente, cuatro ángeles muy poderosos—los “cuatro seres vivientes”—se describen en el cuarto capítulo del libro de Apocalipsis de esta manera: “Y delante del trono [de Dios en el cielo] había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo ser viviente era semejante a un becerro; el tercer ser viviente tenía rostro como de hombre; y el cuarto ser viviente era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: ‘Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir’” (Apocalipsis 4:6–8).

Aquí nos introdujeron a seres angélicos que se parecen a un león, un becerro y un águila volando. Un ser angelical tiene cara de hombre, lo que implica que el resto de su apariencia puede no parecerse a la de un hombre. Además, todos tienen seis alas.

(5) Algunos ángeles se parecen a caballos

Encontramos relatos adicionales en la Biblia, que describen a los ángeles como caballos de fuego. Nótese, por ejemplo, 2 Reyes 2:11–12: “Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: ‘¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!’ Y nunca más le vio”.

Un relato similar se puede encontrar en 2 Reyes 6:15–17: “Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ‘¡Ah, señor mío! ¿qué haremos’? Él le dijo: ‘No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos’. Y oró Eliseo, y dijo: ‘Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea’. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo”.

Eliseo sabía que Dios había enviado su ejército angelical para protegerlos. Su siervo Giezi no se dio cuenta. Dios “le abrió los ojos” para que pudiera verlos, es decir, Dios le mostró en su mente los ángeles que habían acampado alrededor de ellos. Una vez más, este ejército angelical se describe como “caballos de fuego”.

Encontramos una descripción similar de ángeles como caballos en varios lugares del libro de Zacarías. Repasemos algunos de estos relatos: En Zacarías 1:8–11, se nos dice: “Vi de noche, y he aquí un varón que cabalgaba sobre un caballo alazán, el cual estaba entre los mirtos que había en la hondura; y detrás de él había caballos alazanes, overos y blancos. Entonces dije: ‘¿Qué son estos, señor mío’? Y me dijo el ángel que hablaba conmigo: ‘Yo te enseñaré lo que son estos’. Y aquel varón que estaba entre los mirtos respondió y dijo: ‘Estos son los que Jehová ha enviado a recorrer la tierra. Y ellos hablaron a aquel ángel de Jehová que estaba entre los mirtos, y dijeron: ‘Hemos recorrido la tierra, y he aquí toda la tierra está reposada y quieta’”.

En este pasaje se nos dice específicamente que Dios envió “caballos alazanes, overos y blancos” para recorrer la tierra. Estos caballos son seres angelicales. Zacarías 6:1–8 confirma esta conclusión: “De nuevo alcé mis ojos y miré, y he aquí cuatro carros que salían de entre dos montes; y aquellos montes eran de bronce. En el primer carro había caballos alazanes, en el segundo carro caballos negros, en el tercer carro caballos blancos, y en el cuarto carro caballos overos rucios rodados. Respondí entonces y dije al ángel que hablaba conmigo: ‘Señor mío, ¿qué es esto’? Y el ángel me respondió y me dijo: ‘Estos son los cuatro vientos de los cielos, que salen después de presentarse delante del Señor de toda la tierra. El carro con los caballos negros salía hacia la tierra del norte, y los blancos salieron tras ellos, y los overos salieron hacia la tierra del sur’. Y los alazanes salieron y se afanaron por ir a recorrer la tierra. Y dijo: ‘Id, recorred la tierra’. Y recorrieron la tierra. Luego me llamó, y me habló diciendo: ‘Mira, los que salieron hacia la tierra del norte hicieron reposar mi Espíritu en la tierra del norte’”.

Los “Ojos del Señor”

El ángel que le habló directamente a Zacarías se describe como un hombre. Los caballos que recorren toda la tierra se llaman “espíritus del cielo”. Son seres espirituales, o seres angelicales, que se parecen a caballos. En Apocalipsis 5:6, algunos de esos seres espirituales se describen como “siete ojos, los cuales son los siete espíritus [mejor traducido: “seres espirituales”] de Dios enviados por toda la tierra”. Nótese que Zacarías también identifica a estos seres espirituales como los “ojos de Dios,” en Zacarías 3:9 y 4:10: “Sobre esta única piedra hay siete ojos… Son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra”. 2 Crónicas 16:9 agrega: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él”. Proverbios 15:3 continúa diciendo: “Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos”.

Estos seres espirituales que se parecen a caballos se llaman “los ojos de Dios” o “vigilantes”, ya que “miran a los malos y a los buenos”. En Daniel 4:13–14, 17, Nabucodonosor le contó al profeta Daniel uno de sus sueños, diciendo: “Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo. Y clamaba fuertemente y decía así: ‘…La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución…’” Daniel interpretó el sueño para el rey, reconociendo que Dios le había mostrado al rey en una visión un ser angelical o un vigilante—uno de los “espíritus del cielo” u “ojos del Señor”. Daniel dijo en los versículos 23–24: “Y en cuanto a lo que vio el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo… esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey…”

Estos vigilantes—“los ojos del Señor”—son seres espirituales, ángeles santos de Dios, que tienen la apariencia de caballos. Recorren la tierra, vigilando a los buenos y a los malos.

Muchos comentaristas están de acuerdo en que el término “vigilantes” en Daniel 4 se refiere a algunos de los ángeles santos de Dios. “Jamieson, Fausset and Brown” hacen estos perspicaces comentarios sobre Daniel 4:13, que se refiere a “…[un] vigilante y santo”: “Solo un ángel es destinado, y no es uno de los malos, sino de los santos”. Llamado un ‘vigilante’, porque vigila siempre para ejecutar la voluntad de Dios”.

Se nos habla de otro episodio en 1 Reyes 22:19–23, donde Dios estaba hablando con sus ángeles sobre cómo lograr cierto resultado: “Entonces él dijo: ‘Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda’. Y Jehová dijo: ‘¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad’? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu [tal vez un demonio, véase la discusión a continuación] y se puso delante de Jehová, y dijo: ‘Yo le induciré’. Y Jehová le dijo: ‘¿De qué manera’? Él dijo: ‘Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas’. Y él dijo: ‘Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así’. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto [permitido] espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti”.

Los ángeles de Dios observan lo bueno y lo malo, e informan sus hallazgos a Dios. Al hacerlo, también expresan sus sentimientos a Dios, participando así en las decisiones y decretos de Dios.

Caballos blancos en el regreso de Cristo

Encontramos otra descripción de seres angélicos que se parecen a caballos en el pasaje famoso de Apocalipsis 19:11, 14, que describe el regreso de Jesucristo a esta tierra. Nótese, sin embargo, lo que la Biblia realmente dice en este pasaje poco entendido: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea… Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos”.

Se nos dice aquí que Cristo y sus ejércitos en el cielo vendrán, montados en caballos blancos. Estos caballos deben ser seres espirituales, porque vienen del cielo a esta tierra. Los ejércitos en el cielo, montados en caballos blancos, son seres angelicales que presumiblemente se parecen a hombres. Como veremos más adelante en este folleto, ciertos ángeles son “guerreros”. Su función principal es luchar contra las fuerzas del mal. Otros ángeles, como los que se parecen a caballos, tienen funciones diferentes o adicionales, incluida la tarea de llevar a Cristo y sus ángeles guerreros.

(6) Algunos ángeles combinan rasgos de hombre y de animal

El grupo de ángeles más espectacular son los que se llaman “querubines”. Desafortunadamente, debido a un concepto totalmente erróneo transmitido a través del “arte” y la “mitología”, este mundo piensa que los “querubines” se parecen a niños pequeños desnudos, tocando trompetas y disparando flechas. Nada más lejos de la verdad. La Biblia describe a los “querubines” como seres espirituales extremadamente poderosos y de aspecto impresionante. La mayoría de ellos no se parecen en nada a seres humanos ordinarios, y mucho menos a niños pequeños o bebés.

Encontramos una descripción muy detallada de su apariencia en el libro de Ezequiel. Leemos en Ezequiel 1:5–14: “…y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido. Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados. Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante. Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila. Así eran sus caras. Y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos…. En cuanto a la semejanza de los seres vivientes su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos. Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos”.

Más tarde se nos dice que estos cuatro seres vivientes eran “querubines” (Ezequiel 10:20–22). Transportaban un trono en el que estaba sentado el “SEÑOR”. Nótese Ezequiel 1:26–28: “Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él… Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de JEHOVÁ”. Se nos dice, por ejemplo, en el Salmo 18:10 que el SEÑOR “cabalgó sobre un querubín, y voló; Voló sobre las alas del viento”.

Ezequiel 10:14 también revela que los rasgos faciales predominantes de un querubín son los de un buey. Si bien habíamos leído en Ezequiel 1:10 que los cuatro querubines tenían rostro de buey, de hombre, de león y de águila, Ezequiel 10:14 enumera esas características como rostro de querubín, de hombre, de león y de águila. En conjunto, las Escrituras equiparan los rasgos faciales predominantes de un querubín con los de un buey. Algunos han sugerido que los querubines se parecen principalmente a bueyes. Tenga en cuenta, sin embargo, que se describen con la “semejanza de un hombre”. Solo sus rasgos faciales y las plantas de sus pies son diferentes de la “semejanza de un hombre” (además del hecho que tienen alas).

En pasajes adicionales, los querubines se representan con “…dos rostros, un rostro de hombre hacia la palmera de un lado, y un rostro de león hacia la palmera del otro lado; por toda la casa alrededor” (Ezequiel 41:18–19). También encontramos en 1 Reyes 6:23–27 que Salomón, al construir el templo, hizo querubines con dos alas cada uno.

Hay varios pasajes que implican que algunos de los querubines podrían tener solo una cara (a diferencia de las cuatro caras de cada querubín en Ezequiel 1). Leemos, por ejemplo, en Éxodo 37:9: “Y los querubines extendían sus alas por encima, cubriendo con sus alas el propiciatorio; y sus rostros el uno enfrente del otro miraban hacia el propiciatorio” (Compárese también con Éxodo 25:20 y 2 Crónicas 3:13).

El “Rienecker Commentary to the Bible” señala que “los querubines aparecen donde Dios está personalmente presente o donde Él se revela en su gloria… Los querubines son testigos de la presencia personal de Dios en la tierra… Hoy en día, los querubines se representan de forma similar a las criaturas con alas, llamadas ‘kurubu’, que se han excavado en Mesopotamia, Palestina y Siria”. Algunos de estos “kurubu” se parecen a criaturas con cuerpo de león, con alas y cabezas de hombres, mientras que otros tienen apariencia de hombre, con cabezas de animales.

Necesitamos recordar que la Biblia no describe a los querubines con un cuerpo que se asemeja a un animal. Sin embargo, los cuatro seres vivientes, así como los “siete espíritus”, se describen de esa manera. Una de las “criaturas vivientes” en realidad tiene la cara de un hombre, lo que sugiere que el cuerpo de esa criatura viviente puede no parecerse al cuerpo de un hombre.

Como los ángeles que parecen caballos están asociados con carros, así los querubines están asociados con ruedas asombrosas. Ezequiel 1:15, 19–20 nos dice: “Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados… cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban… porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas”.

Ezequiel menciona al menos cuatro querubines. Se les describe como poderosos seres angélicos, con apariencia de hombre, con cuatro alas y cuatro rostros, de los cuales tres tienen rasgos de animales. Ezequiel 10:12 dice: “Y todo su cuerpo, sus espaldas, sus manos, sus alas y las ruedas estaban llenos de ojos alrededor en sus cuatro ruedas”. Hay similitudes con los cuatro seres vivientes descritos en el libro de Apocalipsis (véase más arriba), pero también hay diferencias obvias. Los querubines se nos presentan cargando y transportando el trono de Dios.

FUNCIONES Y RESPONSABILIDADES ANGÉLICAS PRIMARIAS

Existe una relación muy especial entre los ángeles y el hombre, pero es muy diferente de lo que la mayoría de la gente piensa. Sí, los ángeles fueron creados para asistir y ayudar a las personas, pero debemos entender cómo lo hacen. La Biblia nos muestra que ellos están asignados por Dios para ayudar a aquellos quienes Dios está llamando a la salvación.

Hebreos 1:14 dice lo siguiente acerca de los ángeles: ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación”? El Salmo 34:7 agrega: “El ángel de JEHOVÁ acampa alrededor de los que le temen [es decir, “quien heredarán la salvación”], y los defiende”.

¿Por qué existe esta relación especial? Sencillamente, porque es el potencial del hombre gobernar sobre todo lo que existe, junto con y bajo Jesucristo y el Padre. El hombre, de hecho, gobernará sobre los ángeles. Nótese Hebreos 2:5–8: “Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿’Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, Y le pusiste sobre las obras de tus manos; todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas’”.

Pablo nos dice en la Escritura citada anteriormente que Dios ha decretado poner todo en sujeción bajo el hombre. Esto todavía no ha sucedido, pero sucederá. Esto es parte de la salvación del hombre. Puesto que todo será sometido al hombre, el hombre gobernará sobre los ángeles. Nótese esto en 1 Corintios 6:2–3: ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida”?

Dios envía a sus ángeles para “ministrar”, es decir, para servir y ayudar al hombre a alcanzar su potencial para heredar la salvación—la vida eterna en la Familia de Dios. Con este entendimiento, tomemos nota de los servicios particulares que los ángeles están llamados a realizar.

(1) Los ángeles de Dios nos protegen del daño

Dios nos hace la siguiente promesa en el Salmo 91:9–13: “Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón”.

Jacob sabía que Dios había enviado un ángel especial para protegerlo de cualquier daño durante su vida. Él declaró en Génesis 48:15–16: “Y bendijo a José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes…”

Más tarde, Dios le prometió a Moisés que enviaría un ángel para ir con Israel, para protegerlos y llevarlos a la Tierra Prometida. Leemos en Éxodo 23:20–23: “He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él. Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren. Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir”.

Es posible que este ángel, enviado por Dios, fuera el arcángel Miguel. Leemos acerca de este poderoso ángel en Daniel 12:1. A Daniel se le dice en esta Escritura que Miguel “hace guardia sobre tu nación” (“Nueva Traducción Viviente”). También encontramos otra referencia a este ángel particular, usado por Dios para proteger a Israel, en Éxodo 19:4: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí”. Compárese con Isaías 63:9: “En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad”.

Echemos un vistazo más de cerca a algunos ejemplos de cómo Dios usa a sus ángeles para proteger a su pueblo. Por ejemplo, cuando Israel salió de Egipto, Dios usó a su ángel para salvarlos del daño: Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas, e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquellos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros” (Éxodo 14:19–20).

En otra ocasión, dos ángeles fueron enviados para proteger a Lot y sus hijas al golpear a los malvados ciudadanos de Sodoma con ceguera. Dios había enviado a los ángeles para destruir a Sodoma, pero también se les ordenó que protegieran a Lot y lo mantuvieran con vida. Leamos este relato alentador, en Génesis 19:15–16: “Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: ‘Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad’. Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la MISERICORDIA de JEHOVÁ para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad’. Cuando Lot pidió permiso para huir a una pequeña ciudad cercana, uno de los dos ángeles respondió: ‘Date prisa, escápate allá; porque nada podré hacer hasta que hayas llegado allí’” (versículo 22).

Vemos la tremenda responsabilidad que Dios asignó a estos dos ángeles—no podían destruir a Sodoma hasta que hubieran protegido a Lot y lo hubieran traído a un lugar seguro.

Algunos de los ejemplos más espectaculares de protección angelical se pueden encontrar en el libro de Daniel. Por ejemplo, leemos en Daniel 6:16: “Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: ‘El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre’… El rey, pues, se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones. Y acercándose al foso llamó a voces a Daniel con voz triste, y le dijo: ‘Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones’? Entonces Daniel respondió al rey: ‘Oh rey, vive para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo’. Entonces se alegró el rey en gran manera a causa de él, y mandó sacar a Daniel del foso; y fue Daniel sacado del foso, y ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios” (Daniel 6:16, 19–23).

Daniel fue protegido por un ángel porque servía a Dios día y noche y porque creía en la protección de Dios. La naturaleza viciosa de los leones no había cambiado. La única razón por la que no devoraron a Daniel fue porque un ángel les había impedido hacerlo. Note lo que sucedió, una vez que el ángel cesó de impedir que los leones atacaran a otros: “Y dio orden el rey, y fueron traídos aquellos hombres que habían acusado a Daniel, y fueron echados en el foso de los leones—ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se apoderaron de ellos y quebraron todos sus huesos” (versículo 24).

Las Escrituras del Nuevo Testamento relativas a la iglesia primitiva contienen varios ejemplos espectaculares de protección angelical. Al estudiar algunos de los pasajes, podríamos preguntarnos por qué no experimentamos incidentes similares hoy. En primer lugar, es importante entender que Dios es el mismo—Él no cambia—y la protección de sus santos a través de los ángeles es continua. Aunque la protección angelical tal vez no sea tan espectacular hoy como lo fue en la Iglesia primitiva del Nuevo Testamento, ciertamente hemos sido salvados muchas veces del daño e incluso de la muerte. ¿Quién puede decir que los ángeles de Dios no nos protegieron de manera milagrosa, mucho más allá de la comprensión humana?

Aun así, una de las razones por las que no experimentamos la protección angelical en el mismo grado espectacular que se describe en numerosos pasajes de la Biblia podría ser que ya no creemos en tal protección. Podríamos creer en ello teóricamente, pero ¿estamos realmente convencidos de que Dios podría hacer hoy lo que hizo tan a menudo en el pasado?

Nótese Hechos 5:17–21: “Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública. Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo: ‘Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida’. Habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban”.

Obedecieron la voz del ángel, tal como Dios había instruido a Moisés y a los israelitas que obedecieran al ángel en su tiempo. Creer en la protección de Dios y la obediencia a los mandamientos de Dios son necesidades y requisitos fundamentales para poder contar con la ayuda angelical.

Más tarde, como se registra en Hechos 12:5–11, Pedro fue encarcelado nuevamente porque obedeció a Dios y no cesó de predicar el evangelio y de enseñar el camino de vida de Dios. Los discípulos oraron constante y persistentemente por la liberación de Pedro y Dios envió un ángel para rescatar y liberar a Pedro. “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel. Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: ‘Levántate pronto’. Y las cadenas se le cayeron de las manos. Le dijo el ángel: ‘Cíñete, y átate las sandalias’. Y lo hizo así. Y le dijo: ‘Envuélvete en tu manto, y sígueme’. Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión. Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él. Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: ‘Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba’”.

Dios ha prometido enviar a sus ángeles para ministrar y proteger a aquellos a quienes ha llamado para la salvación. Cuando tenemos tal protección angelical, ¿qué hay que temer?

La Biblia muestra que los ángeles a veces pueden aparecer a las personas en sueños para advertirles de un peligro inminente. Esta es otra forma en la que los ángeles cumplen con su responsabilidad de ministrar a los santos.

Un ejemplo de esto se puede encontrar en Mateo 2:13: “Después que partieron ellos [los magos del oriente], he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: ‘Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo’”.

Si somos obedientes a Dios en nuestra vida diaria y lo honramos en la forma en que vivimos, entonces podemos confiar en que Él nos brindará ayuda y protección angelical. Cuando Jesucristo fue arrestado, sabía que su Padre podía enviarle más de doce legiones de ángeles—más de 72.000 seres espirituales—para protegerlo de los romanos. Sin embargo, también sabía que no era la VOLUNTAD del Padre hacerlo en ese momento en particular, porque la misma razón por la que Cristo había venido era con el propósito de ser arrestado, torturado y asesinado para que se cumpliera la Escritura (compárese con Mateo 26:52–54).

¿Los ángeles de la guarda realmente existen?

A lo largo de los años muchos han especulado si la Biblia enseña o no enseña la existencia de “ángeles de la guarda”, es decir, un ángel específico que Dios ha asignado a una persona en particular. La Biblia no deja lugar a dudas de que los ángeles de la guarda existen. Ya hemos citado Génesis 48:15–16, donde Jacob reconoció la presencia de su ángel de la guarda a lo largo de su vida. La “Nueva Versión Internacional” dice así: “Que el Dios en cuya presencia caminaron mis padres, Abraham e Isaac, el Dios que ha sido mi pastor desde el día en que nací hasta hoy, el ángel que me ha rescatado de todo mal, bendiga a estos jóvenes”. Jacob estaba convencido de que Dios había estado con él toda su vida, y que Él estaba específicamente presente a través de un ángel particular a quien había asignado para vigilar a Jacob.

Hechos 12:15 muestra que los discípulos pensaron que el ángel de Pedro había aparecido, porque creían que Pedro estaba en la cárcel. Dijeron específicamente: “Debe de ser su ángel”. En otras palabras, pensaron que era el ángel particular que Dios había asignado para vigilar a Pedro.

Nótese, también, la siguiente declaración notable de Jesucristo en Mateo 18:10, al hablar de los niños pequeños que creen en Él, así como de los verdaderos cristianos que deben llegar a ser “como” niños pequeños: “Miren que no menosprecien a uno de estos pequeños. Porque les digo que en el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial”.

Además, Pablo hace un comentario interesante en 1 Corintios 11:10. El contexto es el uso de cabello largo para las mujeres. Leemos: “Por esta razón y a causa de los ángeles, la mujer debe llevar sobre la cabeza señal de autoridad” [es decir, cabello largo, compárese el versículo 15]. El punto de Pablo es este: una mujer debe someterse a la autoridad de su esposo (compárese el versículo 3), y el hecho de que lleve cabello largo es un símbolo externo de tal disposición. Pablo continuó diciendo que una mujer debe hacerlo “a causa de los ángeles”, dando a entender que, en tal caso, la mujer puede estar segura de la protección angelical. Aquí, los ángeles se mencionan en plural, lo que muestra que Dios a veces puede asignar varios ángeles de la guarda a una persona. Nótese también el Salmo 91:11 donde dice que Dios “ordenará que sus ángeles te protejan en todos tus caminos”.

Leemos que una estrella se les apareció a los magos del Oriente, conduciéndolos al lugar donde moraba Jesucristo, después de haber nacido. Leemos en Mateo 2:1–2, 9–11:

“Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente. —¿’Dónde está el que ha nacido rey de los judíos’? —preguntaron—. ‘Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo’… Después de oír al rey, siguieron su camino. Sucedió que la estrella que habían visto levantarse iba delante de ellos hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, sintieron muchísima alegría. Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron”.

Esta estrella se les apareció en el Este y los condujo a Jerusalén y de allí al lugar donde vivía Cristo. Esta no era una estrella ordinaria, sino un ángel brillante y resplandeciente. La Biblia identifica y compara estrellas con ángeles en numerosas ocasiones (compárese Apocalipsis 1:20; 9:1–2; 12:4). Nótese que los sabios de Oriente se refieren a esta estrella como “SU estrella”—es decir, la estrella, o ángel, del Niño Jesús. Entendieron que Cristo era el Rey recién nacido y vinieron de Oriente para adorarlo.

Si entendían que la estrella era un ángel, entonces también sabían que este ángel estaba asignado al Niño Jesús. Esto no quiere decir, por supuesto, que solo un ángel vigilaba a Cristo. En una ocasión, le mencionó a Pedro que podía pedirle a su Padre “más de doce legiones de ángeles” (Mateo 26:53)—más de 72.000 ángeles. Recuerde también que los “ángeles” ministraron a Cristo después de su largo ayuno (Mateo 4:11). Nótese, también, la declaración de Cristo en Juan 1:51: “…verán abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

Cristo sabía que estaba rodeado de ángeles. Los ángeles eran muy reales para Él. No dudó de su existencia—después de todo, fue Él quien los creó a todos.

También vimos que Dios puede asignar un ángel para guardar o proteger a numerosas personas, o a una nación entera. Por ejemplo, el arcángel Miguel se describe a Daniel como “el gran príncipe protector de tu pueblo” (Daniel 12:1).

(2) Los ángeles de Dios nos guían hacia la salvación

Así como los ángeles de Dios nos protegen del daño, también son enviados para dirigirnos, guiarnos y llevarnos en nuestro camino hacia la salvación espiritual. A veces Dios envía a sus ángeles para dirigir a sus siervos humanos en la Obra de predicar el evangelio y alimentar el rebaño. En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios le dio a Israel el sistema de la ley de los sacrificios por medio de ángeles (Hechos 7:53; Hebreos 2:2; Gálatas 3:19), mientras que Dios mismo pronunció los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1; Deuteronomio 5: 4–5). Incluso cuando Dios le dio a Israel la ley espiritual de los Diez Mandamientos, estuvo acompañado por “millares de santos” (Deuteronomio 33:2). Más tarde, cuando Jesucristo nació como el Salvador de la humanidad, un ángel se les apareció a los pastores en el campo, y “repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios” (Lucas 2:9,13).

Un ejemplo sorprendente de un ángel que participa en la salvación de un ser humano se registra en Hechos 8:26–28: “Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: ‘Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto’. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías”. El Espíritu de Dios inspiró a Felipe para que comenzara a comunicarse con el eunuco y, después de un tiempo, el eunuco le pidió a Felipe que lo bautizara. Vemos, entonces, que un ángel de Dios le indicó a Felipe que se reuniera con el eunuco para finalmente bautizarlo.

Un ejemplo similar se ha registrado para nosotros en Hechos 10. Nuevamente, es un ángel que se le apareció a Cornelio para enviar a buscar a Pedro para bautizarlo. Leemos en los versículos 3–7: “Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: ‘Cornelio’. Él, mirándole fijamente, y atemorizado (nótese, al pasar, la apariencia del ángel no era la de un hombre ordinario) dijo: ¿’Qué es, Señor’? Y le dijo: ‘Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas’. Ido el ángel que hablaba con Cornelio, este llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían”.

Mientras estaban en camino, Dios envió a Pedro una visión para instruirlo a seguir a los tres hombres hasta Cornelio, donde finalmente lo bautizó a él y a su familia. Nuevamente, un ángel de Dios estuvo involucrado en los eventos que llevaron al bautismo de algunas personas leales.

Los ángeles están, de hecho, íntimamente involucrados con nuestra salvación. No son robots, obedeciendo mecánicamente a la Palabra de Dios. Con gozo y entusiasmo cumplen su tarea de ministrar a aquellos que heredarán la salvación. Jesús nos dijo en Lucas 15:10 que “hay GOZO delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”. El arrepentimiento es un requisito para la salvación del hombre. Los ángeles se regocijan cuando ven que un pecador se arrepiente de sus pecados y se vuelve a Dios.

Pablo también mencionó a la participación de ángeles en nuestras vidas en relación con nuestra salvación. Él indicó en 1 Corintios 4:9: “Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros… hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres”.

El margen explica que el significado literal de la palabra griega “theatron”, traducida como “espectáculo”, es “teatro”. La misma palabra se usa en Hechos 19:29, donde se traduce correctamente como “teatro”. La “Nueva Traducción Viviente” traduce 1 Corintios 4:9 de la siguiente manera: “Dios nos puso en exhibición… un espectáculo para el mundo entero, tanto para la gente como para los ángeles”.

Pablo se ve a sí mismo de pie en la arena de un gran anfiteatro tanto con hombres como con ángeles—la audiencia observadora—mirándolo como un espectáculo. Los hombres pueden observar, tal vez, para burlarse y difamar, mientras que los ángeles de Dios nos observan con un sincero deseo de nuestro éxito, deseosos de ayudarnos.

Pablo instruyó y encargó a Timoteo en 1 Timoteo 5:21: “…delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad”.

Pablo no explica específicamente quiénes son estos “ángeles elegidos”, pero es posible que sean ángeles elegidos, específicamente asignados de una manera especial para cuidar de cristianos individuales, e incluso de organizaciones enteras de la Iglesia o eras de la Iglesia. En Apocalipsis 1:20, leemos acerca de siete ángeles de las siete iglesias, en otras palabras, ángeles individuales asignados a iglesias particulares.

La participación de los ángeles de Dios en la vida de los cristianos que han de heredar la salvación encontrará su clímax en el momento del regreso de Cristo, cuando venga a recompensar a los fieles. Se nos dice en Mateo 24:30–31: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.

Los ángeles de Dios tendrán el privilegio y el honor de llevar a los fieles a Cristo para que reciban de Él su recompensa. Mateo 16:27 nos dice: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”.

Cristo enviará a sus ángeles que lo acompañan para que le traigan a los cristianos resucitados y transformados, para que sean recompensados por Él. Él nos dio esta promesa: “Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios” (Lucas 12:8).

(3) Los ángeles de Dios nos guían de manera física

Cuando José, María y Jesús se habían quedado en Egipto suficientemente, Dios envió un ángel a José en un sueño, indicándole qué hacer a continuación. “Pero después de muerto Herodes, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto, diciendo: ‘Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño’” (Mateo 2:19–20).

Cuando Abraham envió a su sirviente a buscar una esposa para Isaac, tanto Abraham como su sirviente sabían que un ángel de Dios lo acompañaría en su viaje y que lo dirigiría al lugar correcto para encontrar una esposa para Isaac. Leemos las palabras del siervo en Génesis 24:40: “Entonces él [Abraham] me respondió: ‘JEHOVÁ, en cuya presencia he andado, enviará su ángel contigo, y prosperará tu camino; y tomarás para mi hijo mujer de mi familia y de la casa de mi padre’”

Tal guía y ayuda angelical podría incluso llevar a traer el sustento físico necesario. Cuando Jesús había ayunado durante cuarenta días y cuarenta noches, estaba muy hambriento y obviamente muy debilitado. Sin embargo, primero tuvo que vencer a Satanás, quien trató de tentarlo a pecar. Cristo no sucumbió a esta tentación y el diablo lo dejó. Después de eso, “…he aquí vinieron ángeles y le servían” (Mateo 4:11). Sirvieron a Jesucristo—el primogénito entre muchos hermanos destinados a heredar la salvación—proporcionándole comida y bebida.

También encontramos que un ángel le proporcionó comida a Elías cuando estaba desanimado y estaba listo y dispuesto a morir. Leemos en 1 Reyes 19:5–8: “Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: ‘Levántate, come’. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de JEHOVÁ la segunda vez, lo tocó, diciendo: ‘Levántate y come, porque largo camino te resta’. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida [obviamente, esto no era solo comida ordinaria] caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios”.

Leemos en Juan 5:2–4 donde un ángel de Dios ayudó en la curación física de las personas: “Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese”.

(4) Los ángeles de Dios nos dan aliento y fortaleza

Cuando Jesucristo se enfrentaba a su arresto, tortura y crucifixión, deseó desesperadamente no tener que pasar por esta dolorosa prueba. Era humano, habiendo dejado de lado su naturaleza divina. Se había vuelto totalmente humano (Juan 1:14), y como tal, era Su DESEO HUMANO escapar de una muerte física tan violenta. Sin embargo, su muerte estaba predestinada para que la humanidad pudiera salvarse de la muerte eterna. En esa hora de prueba, oró a Dios el Padre, diciendo: “’Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:42–44). Dios envió a uno de sus ángeles para animar a Jesucristo. No sabemos qué hizo exactamente el ángel, pero se nos dice que “fortaleció” a Cristo.

Un episodio similar se registra en Hechos 27, donde Pablo, que estaba bajo arresto, estaba siendo transportado a Italia en barco. Él y sus compañeros de barco, así como los soldados que los transportaban, fueron perturbados por un viento violento y habían perdido toda esperanza de supervivencia. Finalmente, Pablo se puso de pie para animar a sus amigos, los soldados y los marineros del barco con estas palabras: “’Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: ‘Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho’” (Hechos 27:22–25). Al igual que sucedió con Cristo en el jardín de Getsemaní, Dios envió un ángel a Pablo para que lo animara y él pudiera, a su vez, animar a los demás.

(5) Los ángeles de Dios nos sirven castigando a los injustos

El pueblo de Dios es llamado para salir de este mundo, pero todavía debe vivir en él. Este mundo está lleno de tentaciones, y muchas veces personas injustas tratarán de tentar a los cristianos a pecar. La Biblia nos dice que Dios usa ángeles para castigar a los injustos—a aquellos que viven de manera contraria al camino de vida de Dios. Él usa ángeles para ayudar a su pueblo y mostrarles que es justo, y que el juicio y la condenación esperan a los que se rebelan contra Él.

La terrible e intransigente revelación de la justicia de Dios comenzará a tener lugar con el regreso de Jesucristo, como lo explica Mateo 13:41–42, 49–50: “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes… Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”.

El mismo futuro para los rebeldes no arrepentidos está profetizado en 2 Tesalonicenses 1:6–10: “… Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros)”.

Tenga en cuenta, sin embargo, que los ángeles de Dios no necesariamente tienen que esperar hasta el momento del regreso de Cristo para castigar a los malvados. A menudo han intervenido en la actualidad para castigar a los pecadores para que la palabra de Dios pueda proclamarse sin obstáculos. Un relato espectacular y aterrador de tal castigo se puede encontrar en Hechos 12:21–24: “Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó. Y el pueblo aclamaba gritando: ¡’Voz de Dios, y no de hombre’! Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos. Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba”.

Además, leemos en 2 Reyes 19:35 un relato extraordinario del poder y la fuerza de solo uno de los ángeles de Dios que castigó a Asiria por pelear contra Israel: “Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de JEHOVÁ, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos” (compare 2 Crónicas 32:21).

Éxodo 12:23 nos dice que Dios destruyó a todos los primogénitos de Egipto por las manos de un ángel poderoso: “Porque JEHOVÁ pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará JEHOVÁ aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir” (compárese Hebreos 11:28).

En 1 Corintios 10:10 leemos que un ángel mató a muchos de los israelitas en el desierto, porque murmuraban contra Dios. Fueron “destruidos por el destructor”. Dios también envió dos ángeles a Sodoma para destruirla. También leemos que Dios lo destruyó—lo hizo por medio de sus ángeles (compárese Génesis 19:12–13, 24–25, 29).

Una destrucción futura de la gente en este mundo ocurrirá justo antes del regreso de Cristo, ya que los pecados del hombre habrán llegado a su clímax. Junto con ellos, muchas personas del pueblo de Dios también perderán la vida por haber perdido su “primer amor” y haberse vuelto “tibios”. Pensarán que no tienen necesidad de nada, que “lo tienen hecho”, espiritualmente hablando. Sin embargo, creerán mentiras y caerán en el engaño y el error espiritual. Incluso odiarán a sus hermanos y los traicionarán, arrastrándolos ante los tribunales y los poderes mundanos, así como ante las autoridades religiosas. Dios usará a sus ángeles para castigar a todos los que no están específicamente marcados por Él para su protección.

Leemos en Ezequiel 9:1–11: “Clamó en mis oídos con gran voz, diciendo: ‘Los verdugos de la ciudad han llegado, y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir’. Y he aquí que seis varones venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Y entre ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un tintero de escribano; y entrados, se pararon junto al altar de bronce. Y la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín, sobre el cual había estado, al umbral de la casa; y llamó Jehová al varón vestido de lino, que tenía a su cintura el tintero de escribano, y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella. Y a los otros dijo, oyéndolo yo: ‘Pasad por la ciudad en pos de él, y matad; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia. Matad a viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis; y comenzaréis por mi santuario’. Comenzaron, pues, desde los varones ancianos que estaban delante del templo. Y les dijo: ‘Contaminad la casa, y llenad los atrios de muertos; salid’. Y salieron, y mataron en la ciudad. Aconteció que cuando ellos iban matando y quedé yo solo, me postré sobre mi rostro, y clamé y dije: ¡’Ah, Señor Jehová! ¿destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén’? Y me dijo: ‘La maldad de la casa de Israel y de Judá es grande sobremanera, pues la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversidad; porque han dicho: ‘Ha abandonado Jehová la tierra, y Jehová no ve’. Así, pues, haré yo; mi ojo no perdonará, ni tendré misericordia; haré recaer el camino de ellos sobre sus propias cabezas’. Y he aquí que el varón vestido de lino, que tenía el tintero a su cintura, respondió una palabra, diciendo: ‘He hecho conforme a todo lo que me mandaste’”.

Durante el tiempo descrito como el “Día del Señor” los ángeles destruirán a muchas de las personas que no han recibido, a través de las manos de los ángeles, el sello de protección de Dios (Apocalipsis 7:1–4). El libro de Apocalipsis describe con gran detalle cómo los ángeles de Dios llevarán a cabo su voluntad para castigar la tierra y muchos de los que viven en ella.

Por ejemplo, un ángel causará “truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto” (Apocalipsis 8:5). Cuatro ángeles matarán “la tercera parte de los hombres” (Apocalipsis 9:15). Los siete ángeles con las siete últimas plagas matarán a “todo ser vivo que había en el mar” (Apocalipsis 16:3) y “quemarán a los hombres con fuego” (Apocalipsis 16:8).

(6) Los ángeles de Dios nos sirven cuando nos castigan por nuestros pecados

La función principal de los ángeles de Dios es ministrar a aquellos que heredarán la salvación. Sin embargo, nunca obtendremos la vida eterna en el Reino de Dios, a menos que venzamos nuestros pecados (compárese Apocalipsis 3:5). Para ayudarnos a vencer el pecado, debemos ser “disciplinados” (Hebreos 12:4–11). A veces, los ángeles de Dios cumplen su voluntad en ese sentido. Leemos en el Salmo 103:20–21: “Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto. Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos, ministros suyos, que hacéis su voluntad”.

Al realizar la voluntad de Dios, los ángeles de Dios nos sirven, incluso si esto significa infligirnos un castigo por nuestros pecados. Esto se hace por nuestro bien, para que podamos llegar a ser puros y limpios a los ojos de Dios.

Leemos acerca de un relato asombroso sobre uno de los ángeles de Dios, que trajo una plaga sobre Israel. Aunque la causa inmediata fue la conducta pecaminosa de David, Dios también quiso castigar a la nación por sus pecados. 2 Samuel 24:15–17 informa: “Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres. Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: ‘Basta ahora; detén tu mano’… Y David dijo a Jehová, cuando vio al ángel que destruía al pueblo: ‘Yo pequé, yo hice la maldad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre’”.

En el relato paralelo de 1 Crónicas 21:16, 27 y 30, observe los siguientes detalles interesantes: “Y alzando David sus ojos, vio al ángel de Jehová, que estaba entre el cielo y la tierra, con una espada desnuda en su mano, extendida contra Jerusalén… Entonces Jehová habló al ángel, y este volvió su espada a la vaina… Pero David no pudo ir allá a consultar a Dios, porque estaba atemorizado a causa de la espada del ángel de Jehová”.

Ángeles guerreros

Los ángeles que castigan al hombre por sus pecados a menudo se describen como “soldados” o “guerreros”. Tienen una espada en la mano para golpear. En Números 22:23, Dios había enviado un ángel para golpear al falso profeta Balaam, a quien el rey Balac de Moab le pidió que maldijera a Israel. Cristo usó lenguaje militar para describir a los ángeles a su disposición, refiriéndose a ellos como más de doce legiones de ángeles (Mateo 26:53). Jesucristo se apareció a Josué como el “Comandante” de sus muchos ángeles guerreros para animar a Josué para la próxima batalla con Jericó: “Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿’Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos’? Él respondió: ‘No; más como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora’. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró…” (Josué 5:13–14). Como un ángel no permitiría que un hombre lo adorara, el “Comandante del ejército del SEÑOR” no era otro que Jesucristo, dirigiendo el ejército angelical de su Padre.

Como ya hemos visto, este ejército angelical luchará contra los hombres y los castigará. Compárese Apocalipsis 19:19: “Y vi la bestia [líder militar del fin de los tiempos], a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército [angelical]”. Incluso esta guerra angelical sirve al pueblo de Dios, ya que constituye un castigo para los injustos (compárese con el punto (5)).

(7) Los ángeles de Dios nos sirven al luchar contra Satanás y sus demonios

La Biblia revela que la guerra espiritual está ocurriendo ahora mismo. No la podemos ver, pero podemos sentir y percibir sus consecuencias. Las Escrituras enseñan que los santos ángeles de Dios luchan contra Satanás y sus ángeles, para llevar a cabo la voluntad y el propósito de Dios, y para ayudar y servir al pueblo de Dios. Incluso se nos recuerda que nosotros también estamos involucrados en una guerra espiritual y que debemos resistir a Satanás y sus demonios (Efesios 6:12).

El hecho de que los ángeles de Dios nos sirven cuando luchan contra Satanás y sus demonios se discutirá con más detalle más adelante en la segunda parte de este folleto. Primero, debemos abordar la verdad de que Satanás y los demonios existen, y qué es lo que hacen hoy exactamente.

PARTE 2—EL MUNDO DE LOS DEMONIOS

Igual que la mayoría de la gente no cree en la existencia de ángeles, también dudan que Satanás y sus demonios realmente existen. Sin embargo, la Biblia enseña, la existencia muy real del diablo y sus ángeles caídos. ¿De dónde vinieron? ¿Dios creó un diablo? Si no es así, ¿cómo podría haber un diablo y demonios hoy?

LUCIFER Y SATANÁS

La Biblia revela que Dios creó a todos los ángeles. No fueron creados como robots, sino como seres espirituales con el poder de elegir y decidir. Un ángel de alto rango, un querubín llamado Lucifer, se rebeló y pecó contra Dios (Isaías 14:12–15; Ezequiel 28:11–17). Lucifer quería “subir al cielo” para destronar a Dios (Isaías 14:13). Quería “subir sobre las alturas de las nubes” (Isaías 14:14). Esto nos muestra que él estaba aquí en la tierra, porque quería subir sobre las nubes de la tierra para ir al cielo. Cuando pecó, cayó del cielo a la tierra (Isaías 14:12). Se convirtió en Satanás, lo que significa enemigo o adversario. Lucifer, o Satanás, ya estaba aquí en la tierra cuando Adán y Eva fueron creados. Se nos dice que la serpiente ya estaba aquí para engañar a Eva cuando Adán y Eva fueron puestos en el Jardín del Edén. La serpiente se identifica como Satanás el diablo (Apocalipsis 12:9). Dado que Satanás se apareció al primer hombre y a su esposa como el engañador, debe haber vivido en esta tierra antes que el hombre como Lucifer—cuando aún no era el engañador—antes de que intentara “subir al cielo”.

En realidad, antes de ser enviado a la tierra, Lucifer había sido entrenado en el cielo ante el mismo trono de Dios, y tenía ángeles bajo su mando. Leemos en Ezequiel 28:14 que él era el querubín grande, protector. Recuerde que los querubines cubrían el trono de Dios cuando Dios se le apareció a Moisés en el Tabernáculo. Además, leemos en Ezequiel 28:14 que Lucifer estaba en el santo monte de Dios en el cielo (compárese con Hebreos 12:22). Cuando pecó al tratar de subir de esta tierra al cielo para destronar a Dios, fue echado del monte de Dios (Ezequiel 28:16). Cristo dijo más tarde que vio a Satanás caer del cielo como un rayo (Lucas 10:18).

En hebreo, la palabra traducida como “Lucifer” en la “Authorized Version” en inglés y en muchas otras traducciones es “helel” o “heylel”, que significa “portador de luz”, “brillante”, “estrella matutina” o “estrella brillante del amanecer”. La palabra “Lucifer” es la traducción latina de la palabra hebrea “helel” o “heylel”, que transmite exactamente el mismo significado. Por lo tanto, es apropiado usar esta palabra para describir al querubín que luego se convirtió en Satanás (“sawtwan” en hebreo).

Satanás, el príncipe de las tinieblas, sigue gobernando esta tierra. Apocalipsis 2:13 nos dice expresamente que Satanás tiene un “trono” aquí en la tierra. Él retiene a la gente de este mundo cautiva para que haga su voluntad (2 Timoteo 2:26). Él tiene autoridad sobre todos los reinos de esta tierra (Lucas 4:5–7). Se le llama el “príncipe de este mundo” en Juan 14:30. Incluso se le llama el “dios de este siglo” en 2 Corintios 4:4. Satanás es llamado “el príncipe de la potestad del aire” en Efesios 2:2.

LOS ÁNGELES SE CONVIRTIERON EN DEMONIOS

Lucifer no fue el único ser espiritual que se rebeló contra Dios. Los ángeles bajo su control lo acompañaron y a partir de entonces fueron conocidos como demonios. Una referencia a esa rebelión se hace en Apocalipsis 12:4, afirmando que la tercera parte de los ángeles (llamados “estrellas”) siguieron a Satanás y se convirtieron en demonios. Esto indica que los otros dos tercios de los ángeles permanecieron leales a Dios.

Otro intento de Satanás y sus demonios de luchar contra Dios se describe en Apocalipsis 12:7–9. Este intento tendrá lugar justo antes del regreso de Jesucristo. Este evento no es el mismo que se describe en Apocalipsis 12:4, pero muestra el patrón. En ambos casos, Satanás y sus demonios fueron arrojados a la tierra.

En Judas 6 leemos acerca de ángeles que no guardaron su propio dominio (la tierra), sino que dejaron su propia morada para ir al cielo a destronar a Dios. Ahora están reservados en cadenas eternas bajo la oscuridad, es decir, son ángeles de la oscuridad. Todavía están gobernando esta tierra bajo Satanás (compárese Efesios 6:12 donde los demonios son llamados “los GOBERNANADORES de las tinieblas de este siglo”). Están “encadenados”, o cautivos, por su propia perversión espiritual. Leemos en 2 Pedro 2:4 que “…Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno [en griego, tartarus, describe una condición, en vez de un lugar] los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio”.

Satanás y sus demonios son MUY REALES. No son solo símbolos o metáforas de alguna “fuerza” del mal no identificable. Satanás tentó a Cristo. Satanás le ofreció todos los reinos del mundo si Cristo se postraba y lo adoraba a él. Cristo expulsó muchos demonios cuando estuvo aquí en la tierra. En un momento dado, le preguntó a un demonio: “¿’Cuál es tu nombre’? El demonio respondió: ‘Legión’”, porque Cristo estaba tratando con muchos demonios en ese momento (Lucas 8:30). Así como los santos ángeles de Dios tienen nombres individuales, también los tienen los demonios.

EL PODER DE SATANÁS Y SUS DEMONIOS

No debemos subestimar el poder y la influencia de Satanás y sus demonios. La Biblia nos dice que Satanás “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9). Su mayor engaño, sin duda, es convencer al hombre desprevenido de que ni siquiera existe. Engaña a otros disfrazándose por un “ángel de luz” (2 Corintios 11:14). Muchos predican como “sus ministros”, disfrazándose “como ministros de justicia” (versículo 15). Juan dijo más tarde que “muchos engañadores han salido por el mundo” (2 Juan 7), y nos advirtió en 1 Juan 4:1 “…probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”. Cristo profetizó para el fin de los tiempos que “…se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24).

Satanás y sus demonios pueden mostrar grandes señales y prodigios. Está profetizado que Satanás finalmente le dará su poder a un líder religioso que hará “señales… con las cuales había engañado” al pueblo (Apocalipsis 19:20). Los falsos maestros religiosos, inspirados por demonios, podrían incluso predecir con precisión el futuro (Deuteronomio 13:1–4; Hechos 16:16–19).

Satanás tiene el poder de inspirar a las personas para ir a la guerra (Job 1:9–15; Apocalipsis 16:13–14; Apocalipsis 20:7–10). Él tiene el poder hacer caer fuego del cielo para quemar a hombres y animales (En Job 1:16, la gente sintió que Dios trajo este fuego, pero el contexto muestra que Satanás era el poder detrás de él). Como el “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2), puede traer destrucción por medio de fuertes vientos.

Aunque muchas personas no creen en la existencia de Satanás y demonios, son rápidos para incursionarse en el ocultismo, ignorando el peligro que conlleva. Los demonios son llamados “espíritus familiares” porque quieren familiarizarse con el hombre (Levítico 19:31; 20:6, 27). Las casas embrujadas, los duendes, las sesiones de espiritismo, la comunicación con los muertos y los contactos con “extraterrestres” son claramente de origen demoníaco. Satanás y los demonios son destructivos. Les encanta atormentar a la gente (Lucas 6:18). Una vez que hemos hecho “contacto” con los demonios, ya no podemos deshacernos de ellos, salvo a través de un milagro de Dios (Lucas 11:24–26).

Hay muchas Escrituras que prueban que Satanás o los demonios pueden poseer animales y personas, forzándolos a hacer cosas terribles (Lucas 22:3; Juan 13:27). Las personas poseídas por demonios pueden ser extremadamente violentas (Mateo 8:28) y autodestructivas (Marcos 5:2–5). Pierden todo sentido de decencia (Lucas 8:27).

La Biblia también muestra que los demonios pueden poseer o influenciar a las personas para enfermarlas espiritual, psicológica y físicamente. Incluso Pablo estaba enfermo porque “me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee” (2 Corintios 12:7). A través de la influencia de los demonios, las personas pueden volverse mudas, sordas y estúpidas (Marcos 9:17, 25), epilépticas (Mateo 17:15–18) y enfermas (Lucas 13:11, 16). Cuando un demonio abandona a una persona así, puede parecer que la persona haya sido sanada de una enfermedad física.

Satanás y los demonios tienen el poder de transportar a un ser humano de un lugar a otro (Mateo 4:5, 8; Lucas 4:5, 9). Esto explica los encuentros extraños con ovnis, donde a veces se encuentran personas “secuestradas” a cientos de kilómetros de distancia de su residencia, sin saber cómo llegaron allí.

La hechicería, la brujería, la hipnosis y ciertas prácticas de meditación son otros métodos de Satanás para dominar la mente de un ser humano y para convertirlo en víctima indefensa. Cada vez que nos “entregamos” a otra influencia, nos hemos convertido en víctimas de los poderes de las tinieblas.

SATANÁS Y LOS DEMONIOS NO PUEDEN MATERIALIZARSE 

De las Escrituras parece que los demonios no pueden materializarse de la manera en la que lo pueden hacer los ángeles. Los demonios no pueden aparecer como hombres. Sin embargo, pueden crear una ilusión o una aparición que puede parecer muy real para las personas. Ejemplos de ese tipo de ilusiones incluirían la aparición de “fantasmas” o de una “dama”, que dice ser la “Madre María”.

Encontramos el siguiente registro interesante en Marcos 6:47–50: “…y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡’Tened ánimo; yo soy, ¡no temáis’”!

Los discípulos creyeron ver un fantasma o un espíritu, es decir, un demonio. La palabra griega para “fantasma” es “phantasma”, que también tiene el significado de “aparición”.

En Lucas 24:36–43 encontramos otro pasaje que arroja algo de luz sobre la incapacidad de los demonios para materializarse. Leemos: “Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: ‘Paz a vosotros’.  Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿’Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?  Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo’.  Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.  Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿’Tenéis aquí algo de comer’?  Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel.  Y él lo tomó, y comió delante de ellos”.

Cristo se manifestó a los discípulos como un ser de carne y huesos. Incluso comió comida en su presencia para convencer a los discípulos que era él, no un espíritu o un demonio. La palabra griega para “espíritu” es “pneuma” y puede referirse a demonios (compárese Mateo 8:16; 10:1; 12:43, 45; Lucas 4:33, 36; 6:18; 7:21, etc.). Entendemos, por supuesto, que Cristo no es un ser de carne y huesos. Más bien, en su resurrección recibió un cuerpo espiritual y se convirtió en espíritu vivificante (1 Corintios 15:44–45, 50). Él pudo manifestarse, sin embargo, como una persona de carne y huesos. Vimos anteriormente que los ángeles también pueden manifestarse como seres humanos. Los demonios no lo pueden hacer. Cristo aprovechó esta oportunidad para mostrar a sus discípulos que Él no era un espíritu o un demonio, porque los demonios no pueden manifestarse como seres humanos de carne y huesos.

Leemos en Job 4:12–16 acerca del encuentro de Elifaz con un espíritu: “El asunto también me era a mí oculto; Mas mi oído ha percibido algo de ello. En imaginaciones de visiones nocturnas, cuando el sueño cae sobre los hombres, me sobrevino un espanto y un temblor, que estremeció todos mis huesos; y al pasar un espíritu por delante de mí, hizo que se erizara el pelo de mi cuerpo. Paróse delante de mis ojos un fantasma, cuyo rostro yo no conocí, y quedo, oí que decía…”

Elifaz vio un tipo de fantasma ante sus ojos, pero no pudo discernir la apariencia del espíritu. Esto indica que era un demonio, ya que la Biblia no muestra que los ángeles de Dios se le aparecen al hombre de esa manera. Era algo como una aparición—un fantasma. Fue lo que los discípulos pensaron que vieron, también, cuando Jesús caminaba sobre el agua.

Otro encuentro con un demonio se registra para nosotros en 1 Samuel 28. Este encuentro se analiza en detalle en las páginas 38 y 39 de nuestro folleto gratuito, “¿Tenemos un alma inmortal?” Para resumir aquí, el rey Saúl consultó a una bruja para averiguar su futuro. Durante una sesión de espiritismo, la bruja “vio” a un demonio, que pretendía ser el Samuel muerto. Saúl no podía ver al demonio. El demonio habló a Saúl a través de la bruja. Notamos nuevamente que el demonio no se materializó como un ser de carne y huesos. Más bien, fue una ilusión.

Nunca deberíamos participar en ninguna sesión de espiritismo o “consultar” demonios. Nunca deberíamos contactar a adivinos, hechiceros, brujas, “profetas” o “médiums” de la Nueva Era para “aprender sobre” nuestro futuro. En muchos casos, estaríamos contactando con fraudes. En otros casos, estaríamos escuchando demonios comunicándose con nosotros a través de sus agentes humanos. 

La buena noticia es que el pueblo de Dios no tiene que temer a Satanás y sus demonios, porque aquel que está con nosotros es más poderoso que el dios de este mundo. Si seguimos a Dios, los demonios se nos sujetarán (Lucas 10:17–20).

Sin embargo, si uno rechaza la existencia de Satanás y sus demonios, entonces está rechazando la Palabra clara de Dios—la Biblia. Además, se convierte en presa fácil de las estrategias de Satanás, las cuales los verdaderos discípulos de Dios no deben ignorar (2 Corintios 2:11).

CÓMO LOS ÁNGELES DE DIOS LUCHAN CONTRA LOS DEMONIOS 

Las Escrituras contienen varios relatos de una guerra espiritual entre los ángeles de Dios y Satanás y sus demonios. Por ejemplo, leemos en Daniel 12:1: “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro”.

Miguel se “levantará” en aquel momento—en el momento de la Gran Tribulación—para luchar literalmente contra Satanás y sus demonios, a fin de proteger al pueblo de Dios. Leemos en Apocalipsis 12:7–8 que “hubo una gran batalla en el cielo”. Esta guerra sigue la rebelión original de Satanás, descrita en el versículo 4, y el nacimiento de Cristo, descrito en el versículo 5. La Biblia nos dice en el versículo 7 que, al comienzo de esta nueva guerra espiritual, “Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo”. Esto significa que, hasta ese momento, Satanás y sus demonios podrían continuar apareciendo ante Dios en el cielo.

Continuando a leer en el versículo 9 de Apocalipsis 12: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”. La expulsión de Satanás del cielo conducirá a la Gran Tribulación, mencionada por Daniel. Apocalipsis 12:13 dice: “Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer [esa parte de la Iglesia de Dios que se considera digna de escapar de los tiempos terribles que se avecinan, compárese con Lucas 21:36 y Apocalipsis 3:10]  las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo [3 ½ años]”.

El versículo 17 muestra que no todos en la Iglesia de Dios estarán protegidos: “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Sí, Satanás continuará tratando de destruir al pueblo de Dios hasta que Jesucristo vendrá a dominarlo. Por eso la Biblia nos advierte que estemos en guardia y que usemos la armadura de Dios.

La Biblia informa sobre batallas adicionales entre ángeles y demonios. Daniel 10:12–13, 20–21; 11:1 revelan una lucha alucinante e impresionante en el mundo de los espíritus. Un ángel poderoso—quizás Gabriel—que se le había aparecido a Daniel en dos ocasiones anteriores, fue enviado al profeta con un mensaje. El ángel le dijo a Daniel: “’Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia [un poderoso demonio que gobierna Persia] se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes [demonios] de Persia… Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia [otro demonio poderoso que gobierna sobre Grecia] vendrá… y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe. Y yo mismo, en el año primero de Darío el medo, estuve para animarlo y fortalecerlo’”.

Hay batallas literales, terribles y gigantes sucediendo en el mundo espiritual. En la época de Daniel los demonios gobernaban sobre Persia, Grecia y Media. El demonio de Persia luchó con el ángel de Dios—probablemente Gabriel—durante veintiún días, tratando de impedir que llegara a Daniel con su mensaje. El arcángel Miguel tuvo que ayudar a Gabriel peleando en su lugar con el demonio de Persia, para que Gabriel pudiera aparecerse a Daniel en una visión. Esta es una forma en la que los ángeles de Dios nos sirven—luchan contra los demonios que quieren destruirnos.

La Biblia nos dice que algo similar volverá a suceder en los últimos días. Apocalipsis 16:13–14 dice: “Y vi salir de la boca del dragón [Satanás], y de la boca de la bestia [el último líder militar de un Sacro Imperio Romano en Europa], y de la boca del falso profeta [el último líder religioso del Sacro Imperio Romano en Europa] tres espíritus inmundos a manera de ranas [animales inmundos]; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso”.

Satanás usará demonios poderosos para poseer literalmente a la “bestia” y al “falso profeta”, y para inspirar a todos los reyes de la tierra a luchar contra el Cristo regresante y su ejército angelical.

El arcángel Miguel una vez peleó con palabras contra Satanás, como dice Judas 9: “Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: ‘El Señor te reprenda’”!

Esto también fue un servicio para el pueblo de Dios por el arcángel Miguel. Según la tradición, Satanás aparentemente estaba tratando de exhibir el cuerpo de Moisés, para que pudiera ser adorado. La Biblia prohíbe tal conducta, ya que solo se debe adorar a Dios.

¿POR QUÉ DIOS NO INTERVIENE?

Al leer acerca de la guerra angelical con los demonios, podríamos hacernos la pregunta: ¿”Por qué Dios permite que continúen estas batallas espirituales”? Dado que Dios es el Todopoderoso, ciertamente podría intervenir en cualquier momento para detener el intento de Satanás y sus demonios de luchar contra Dios y sus ángeles. Sí, pudo haber acortado la lucha de Gabriel con el demonio de Persia, pero decidió no hacerlo. Gabriel tuvo que luchar contra el demonio durante veintiún días antes de poder llevarle un mensaje a Daniel. Una pregunta relacionada podría ser: ¿”Por qué Dios simplemente no quita el poder de Satanás sobre esta tierra ahora mismo e inmediatamente establece su reino en la tierra”?

CÓMO DIOS USA A LOS DEMONIOS

Para responder a estas preguntas, necesitamos analizar, en detalle, la información bíblica relacionada con los roles de los ángeles y los demonios como se revela en las Escrituras. Por ejemplo, ya hemos leído en 1 Reyes 22 que Dios discutió con el ejército del cielo cómo superar al rey Acab. ¿Por qué consultó Dios a sus ángeles? Ciertamente, Dios no necesita obtener el consejo de nadie (compárese Isaías 40:13). A medida que avanzaba la discusión, un “espíritu” se ofreció como voluntario para mentir a todos los profetas de Israel. Aunque Dios quería acortar la vida de Acab, fue la elección del espíritu. La Biblia deja muy claro que Dios no puede mentir y no miente (Números 23:19; Tito 1:2; Hebreos 6:18). Por otro lado, Dios no obliga a los demás a que no mientan. El espíritu decidió que quería convertirse en “espíritu de mentira”. Sabía que necesitaba el permiso de Dios. Cuando lo recibió, se fue y se convirtió en espíritu de mentira en la boca de todos los profetas. Dado que Dios tiene el control total, y dado que el espíritu solo pudo actuar con el permiso expreso de Dios, sería correcto decir que Dios “envió” el espíritu de mentira a los profetas. ¿Quién o qué era este espíritu? ¿Era un demonio? ¿O fue un ángel de Dios que decidió en ese momento mentir, y por lo tanto, pecar? Volveremos a estas preguntas más adelante en este folleto.

De un modo similar, Dios “enviará” espíritus de mentira a los hombres en el fin de los tiempos. Leemos en 2 Tesalonicenses 2:9–12: “inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira…”

Nuevamente, leemos que Dios “envía” un poder engañoso para que la gente crea mentiras, tal como lo hizo en 1 Reyes 22. Hay varias Escrituras adicionales que muestran que Dios permite que los seres espirituales engañosos hagan lo que quieren hacer. Nada sucede en contra de la voluntad de Dios, y Dios no permite nada sin razón.

Leemos en Isaías 19:14 que Dios mezclo “un espíritu de vértigo” en medio de Egipto. Otras traducciones representan esto como “un espíritu de necedad” “Nueva Traducción Viviente”, “un espíritu de desconcierto” “Nueva Versión Internacional”, “un espíritu de extravío “La Palabra) o “un espíritu de vahído” “Biblia del Jubileo”.

En Isaías 37:7 leemos las palabras de Dios: “He aquí que yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor, y volverá a su tierra; y haré que en su tierra perezca a espada”. Dios envió un espíritu maligno para difundir un rumor—un informe falso.

En Jueces 9:23, se nos dice: “…envió Dios un mal espíritu entre Abimelec y los hombres de Siquem, y los de Siquem se levantaron contra Abimelec”. La “Nueva Traducción Viviente” dice, “un espíritu que generó conflictos”, y la “Nueva Versión Internacional” dice, “un espíritu maligno”.

También hay indicios de que Dios podría haber permitido que espíritus malignos, o demonios, participaran en la destrucción de Egipto en la época del Éxodo. El Salmo 78:49 dice: “Envió sobre ellos el ardor de su ira; Enojo, indignación y angustia, un ejército de ángeles destructores”.

¿UN DEMONIO DE DIOS?

Es posible que esté familiarizado con el relato bíblico sobre el rechazo del rey Saúl por parte de Dios. Note cómo se describe este rechazo en 1 Samuel 16:14–16: “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová. Y los criados de Saúl le dijeron: He aquí ahora, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta. Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, él toque con su mano, y tengas alivio’”. La mayoría de las traducciones dicen: “espíritu malo”. Entonces vemos que un espíritu malo—un demonio—de Dios atormentó a Saúl. ¿Por qué Dios permitió que esto sucediera?

Saúl había sido desobediente a Dios, al negarse a cumplir el mandamiento de Dios. Dios había decretado que David reemplazaría a Saúl. El demonio “del SEÑOR” era un eslabón necesario en la cadena de eventos que llevaría a David a la corte de Saúl. Dios permitió que el demonio hiciera su voluntad, para que el plan de Dios pudiera llevarse a cabo. Dado que el demonio no podía hacer nada contrario a la voluntad de Dios, es correcto decir—en el sentido último y análisis—que el demonio “de Dios” atormentó a Saúl.

Encontramos un relato adicional en 1 Samuel 18:10–12: “Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte de Dios tomó a Saúl, y él desvariaba en medio de la casa [nótese eso!]. David tocaba con su mano como los otros días; y tenía Saúl la lanza en la mano. Y arrojó Saúl la lanza, diciendo: ‘Enclavaré a David a la pared’. Pero David lo evadió dos veces. Mas Saúl estaba temeroso de David, por cuanto Jehová estaba con él, y se había apartado de Saúl’”.

El demonio nuevamente jugó un papel importante en el plan de Dios. Saúl se deterioró espiritualmente cada vez más, hasta que finalmente murió en la guerra y David se convirtió en el próximo rey.

SATANÁS Y JOB

Un ejemplo muy famoso de la participación de Satanás en el plan de Dios se puede ver en la vida de Job. Satanás apareció ante Dios, diciéndole que había estado “rodeando la tierra”, y que había “andado por ella” (Job 1:7). Recuerde que los ángeles de Dios recorren la tierra, para servir y fortalecer al pueblo de Dios. Satanás y sus demonios también recorren la tierra, pero su objetivo es destruir al pueblo de Dios (compárese con 1 Pedro 5:8). Aun así, Satanás solo puede hacer lo que Dios le permite hacer. Satanás le dijo a Dios que Job sirvió a Dios con segundas intenciones. Dios permitió que Satanás le quitara a Job todos sus hijos y posesiones materiales, pero no se le permitió—al principio— de “poner su mano sobre él” (Job 1:8–12). Vemos que Dios estableció los límites de las acciones de Satanás. Satanás el destructor salió a destruir todo lo que Job tenía. La reacción de Job a esta calamidad está registrada en Job 1:21: “…Jehová dio, y Jehová quitó”. Job atribuyó su calamidad a Dios, y estuvo equivocado al hacerlo, como nos dice el versículo siguiente: “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22).

Aunque Satanás trajo este desastre sobre Job, lo hizo con el permiso expreso de Dios. No estaba mal que Job dijera que Dios era el responsable final.

En Job 2:1–7, se nos dice que Satanás obtuvo permiso de Dios para traer una enfermedad terrible sobre Job, pero no se le permitió matarlo. Una vez más, vemos que Satanás debe actuar dentro de los límites que le han sido dados por Dios. De nuevo, se nos dice que Job aceptó esta adversidad de parte de Dios, y que no pecó al decir que fue Dios quien trajo la calamidad sobre Job (Job 2:10).

Entonces, ¿por qué Dios permitió que Satanás tratara a Job de esta manera? ¿Por qué Dios no intervino y detuvo a Satanás? ¿Por qué Dios todavía permite que Satanás gobierne este mundo hoy y continuar tratando de destruir al pueblo de Dios?

Según Santiago 5:11, Dios permitió que esta calamidad le sobreviniera a Job por una razón—Dios quería mostrarle a Job cuán misericordioso y compasivo es. Job necesitaba ver un problema muy serio que tenía, el cual, si no lo superaba, le habría impedido entrar al Reino de Dios. Este problema era la honradez propia de Job (compárese con Job 32:1–2; 27:6; 40:8). Una vez que Dios abrió los ojos de Job para verse a sí mismo, confesó su culpa y se arrepintió (Job 42:1–6).

Job tuvo que aprender—y lo hizo—que todo ser humano peca (compárese Romanos 3:10; 1 Reyes 8:46; 1 Juan 1:8–10; Eclesiastés 7:15–20; 3:17–18). Esto incluía a Job. En comparación con Dios, él no era nada, aunque podría haber sido “irreprensible” en comparación con otras personas. Esto no significa que Job nunca pecó. De hecho, el orgullo y la justicia propia son pecados.

Dios permitió que Satanás atormentara a Job para que Job pudiera ver su propia justicia propia y su orgullo, para poder vencer estos pecados y finalmente entrar en el Reino de Dios. Esto muestra la gran misericordia y compasión de Dios por Job.

Notemos que Dios usó a Satanás y, en cierto sentido, lo “envió” a Job para cumplir un papel importante en el plan de Dios. Sin embargo, el mismo Satanás no se dio cuenta del papel que estaba jugando.

SATANÁS Y DAVID

Ya leímos sobre el pecado de David cuando contó su ejército. En 2 Samuel 24:1 notamos que la ira de Dios se encendió contra Israel, y Jehová “incitó a David contra ellos a que dijese: ‘Ve, haz un censo de Israel y de Judá’”. Cuando leemos el relato paralelo en 1 Crónicas 21:1, se nos dice que, “Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel”. Claramente, fue Satanás quien influenció directamente a David, pero Dios lo permitió porque era parte del plan de Dios para probar a David y castigar a Israel.

LOS DEMONIOS ESTÁN LIMITADOS EN LO QUE PUEDEN HACER 

Satanás y sus demonios saben que solo pueden hacer lo que Dios y Cristo les permiten hacer. Santiago 2:19 nos dice que los demonios creen en Dios “y tiemblan”. Creen que Dios existe y saben que Él los creó; además, todavía pueden verlo. Tiemblan porque saben que Dios tiene autoridad sobre ellos. No quieren ser obedientes a Dios, pero saben que no pueden ir en contra de la voluntad de Dios. Son muy conscientes de los pecados que cometen y no quieren arrepentirse de ellos. Sin embargo, tiemblan porque saben que les espera juicio y condenación.

Un ejemplo que muestra las limitaciones de los demonios es cuando los demonios tuvieron que pedirle permiso a Cristo para poseer un hato de cerdos. Cristo les dijo: “Id” (Mateo 8:32). Se declaró como un mandato, pero, en realidad fue el permiso de Cristo para que los demonios hicieran lo que quisieran (comparar Marcos 5:12–13; Lucas 8:30–32).

Cuando Dios permite que los demonios hagan lo que quieran, eso no significa que lo que los demonios quieren sea bueno o correcto. Los demonios son agentes morales libres. Dios no fuerza a nadie a pecar o a no pecar. Él les ha dicho tanto a los ángeles como al hombre lo que es el pecado, pero depende de ellos decidir si pecan o no.

Dado que Dios permite que los demonios hagan ciertas cosas, la Biblia a veces dice que Dios “envía” demonios. Incluso podría estar redactado de tal manera que apareciera un demonio “de Dios”, o que Dios le ordenara al demonio que hiciera algo. Sin embargo, si la acción es contraria a la Ley de Dios, esas declaraciones deben entenderse exclusivamente en la forma en que Dios permite que los demonios hagan lo que ellos quieren hacer. Incluso entonces, Dios permite tales actividades demoníacas por una razón.

EL DESTINO DE SATANÁS Y SUS DEMONIOS

Ya hemos discutido el hecho de que la tercera parte completa de los ángeles de Dios pecaron en tiempos pasados, convirtiéndose así en demonios. Dios no impidió que pecaran. Los creó como agentes morales libres y sabía que podían pecar. Los ángeles que pecaron están actualmente en prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio futuro (2 Pedro 2:4; Judas 6). Están viviendo hoy en un estado de oscuridad. Están aprisionados espiritualmente por sus propias perversiones. El pecado los ha esclavizado. Antes de que Dios nos libere del pecado, nosotros también somos esclavos del pecado. Lo mismo se aplica a Satanás y sus demonios. No están literalmente encarcelados en un lugar determinado. Más bien, están vagando de aquí para allá en esta tierra. Satanás se compara con un león rugiente, que anda alrededor buscando a quién devorar (1 Pedro 5:8).

Los demonios están esperando su juicio. Los demonios le preguntaron a Cristo si había venido a “atormentarlos antes de tiempo” (Mateo 8:29). Lucas 8:31 agrega que le rogaron a Cristo que no les mandase “ir al abismo”. En este momento, todavía no están en ese “abismo”. Satanás tampoco está en él; más bien, será arrojado al abismo al comienzo del Milenio (Apocalipsis 20:1–3, 7—la palabra “abismo” en otras traducciones se traduce como “abismo sin fondo”).

¿Qué es el “abismo”? La palabra se usa en Romanos 10:7, donde leemos: “¿Quién descenderá al abismo? (esto es, resucitar a Cristo de entre los muertos)”.

En Romanos 10, el “abismo” se usa como analogía en asociación con los muertos que están enterrados. También se usa como analogía en Lucas 8 y Apocalipsis 20. Cuando Satanás y sus demonios serán arrojados al “abismo” al comienzo del Milenio, estarán prácticamente muertos—ya no estarán capaces de influir y engañar a las naciones durante ese período de tiempo (compárese Apocalipsis 20:3). El hecho de que no podrán destruir a otros les dará tormento espiritual—por eso le preguntaron a Cristo si había venido a atormentarlos antes de “tiempo”.

El tormento espiritual de Satanás y de sus ángeles continuará. Después de un período de tiempo llamado el Juicio del Gran Trono Blanco, Satanás y sus demonios serán arrojados al lago de fuego, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apocalipsis 20:10; Mateo 25:41). Su tormento será espiritual, ya que verán todas sus malas obras destruidas por el fuego (compárese con 2 Pedro 3:10–13), y su influencia sobre los demás desaparecerá para siempre. Su destino final podría revelarse en Judas 13, refiriéndose a “estrellas errantes para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas”. Compárese también con 2 Pedro 2:17.

Dios sabe lo que les espera, y ellos también.

DIOS ESTÁ PONIENDA A PRUEBA LOS ESPIRITUS 

Esto nos lleva de vuelta a la pregunta anterior de por qué Dios no interviene cuando los ángeles luchan contra los demonios. ¿Por qué no interviene ahora mismo y establece el Reino de Dios en la tierra y destrona a Satanás?

Dios ha reservado un período de tiempo de unos 6.000 años durante los que llama a ciertas personas para que sean capacitadas para convertirse en reyes y sacerdotes y para gobernar en el mundo venidero. Durante este tiempo de entrenamiento, Satanás debe permanecer en su trono. De hecho, nuestras pruebas hoy involucran nuestra voluntad y determinación de resistir a Satanás y someternos a Dios.

Además, Dios es el creador del mundo espiritual. Los ángeles fueron creados como agentes morales libres. Dios quiere que ellos tomen una decisión final sobre la decisión de pecar o vivir en justicia. Sabemos que los ángeles pecaron cuando siguieron a Satanás. Lo que no sabemos es si todos ellos cometieron el pecado imperdonable; en otras palabras, si algunos de ellos todavía pueden arrepentirse o no. Tampoco sabemos si todos los ángeles que no siguieron a Satanás tomaron la decisión irrevocable de permanecer siempre leales a Dios. Como veremos, esta puede ser la razón por la cual Dios no interviene cuando los ángeles pelean con los demonios.

¿LOS DEMONIOS TODAVÍA PODRÍAN ARREPENTIRSE?

Se nos dice en 1 Pedro 3:19–20: “… por el cual [el Espíritu] también fue [Cristo] y predicó a los espíritus encarcelados; los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.

El entendimiento correcto de este pasaje es que Jesucristo predicó a los espíritus encarcelados—los demonios—en la época de Noé, cuando Dios estaba a punto de proteger a Noé de la destrucción. Cristo usó este ejemplo para mostrar que los demonios que habían pecado “alguna vez”—antes de la creación del hombre—aún esperaban su juicio.

¿Por qué Cristo predicó a los demonios? ¿El único propósito era anunciarles lo que ya sabían, que serían castigados en el futuro? ¿O, se hizo para llevar a algunos de ellos al arrepentimiento para que pudieran librarse del castigo?

Proverbios 16:2 nos dice que “JEHOVÁ pesa los espíritus”. Si el destino de todos los seres espirituales—buenos y malos—está sellado, ¿por qué Dios todavía pesaría los espíritus?

También se nos dice, en 1 Corintios 6:3, que hemos de juzgar a los ángeles. Este juicio podría incluir demonios que son llamados “ángeles” en Apocalipsis 12:7. “Juicio” puede significar “condena”. “Juicio” también puede referirse a un proceso de juzgar, liderar, guiar y dirigir, que requiere tiempo, hasta que al final del proceso se pronuncia el veredicto. ¿Nos está diciendo la Biblia que debemos juzgar a los demonios, no solo en el sentido de condenarlos por lo que hicieron, sino también con el propósito de tratar de llevar a algunos de ellos al arrepentimiento?

¿Qué nos dice la Biblia acerca de aquellos ángeles que no siguieron a Satanás? Debemos juzgarlos, pero ¿cómo? ¿Todos los ángeles que se negaron a seguir a Satanás en el momento de su rebelión tomaron la decisión irrevocable de pecar nunca? ¿Todavía es posible que algunos de ellos pequen?

La Biblia a veces se refiere a los ángeles que siguieron a Dios como “santos”. Esto no significa necesariamente que no puedan pecar. Los que somos llamados por Dios hoy somos considerados “santos” (1 Pedro 2:9). Aun así, pecamos de vez en cuando. SOLO Dios NO PUEDE pecar. La Biblia no dice que los ángeles que no siguieron a Satanás, no podrían pecar más. Dado que Dios no puede pecar, tenemos que convertirnos en Dios, más alto que los ángeles, para garantizar que nosotros tampoco pecamos más como miembros nacidos de nuevo de la familia de Dios. Es por eso que Dios está en el proceso de reproducirse a sí mismo, a través del hombre, no a través de los ángeles. (Para obtener más información, lea nuestro folleto gratuito, “Dios es una familia”).

¿LOS ÁNGELES TODAVÍA PODRÍAN PECAR Y CONVERTIRSE EN DEMONIOS?

Pablo hace el siguiente comentario alarmante en Gálatas 1:8: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”. Aparentemente, Pablo sintió que podría ser posible que un “ángel del cielo” pudiera pecar, al predicar un mensaje equivocado del Evangelio.

También leemos que “por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré” (Génesis 18:20–21).

Parece que algunos de sus ángeles le dijeron a Dios cuán pecaminosas eran las personas de Sodoma y Gomorra, y que Dios quería ver por sí mismo si estos informes eran totalmente exactos. Esta sería una forma en la que Dios prueba a los espíritus—para comprobar la exactitud de sus informes.

En referencia al ser espiritual en 1 Reyes 22 que quería convertirse en un espíritu de mentira en la boca de todos los profetas para que el rey Acab cayera en la batalla, ¿este ser espiritual era un demonio? Es muy posible que lo fuera. Sabemos que Satanás ha estado apareciendo delante Dios para acusar al pueblo de Dios día y noche (Apocalipsis 12:10). Satanás apareció delante Dios dos veces para acusar a Job, como está registrado en el libro de Job. Además, según Zacarías 3:1–2, parece que Satanás se presentó delante de Dios para acusar al sumo sacerdote, Josué.

Por el otro lado, el ser espiritual en 1 Reyes 22 que no se describe como un espíritu maligno o un demonio, bien podría haber sido un ángel de Dios—parte de las huestes del cielo—quien decidió en ese momento convertirse en un espíritu de mentira. Este sería un ejemplo de un ángel que no había pecado antes, pero que decidió en ese momento pecar por orgullo de su propia inteligencia, ya que nadie más encontró una solución para derrotar a Acab.

Dios podría haber llevado a cabo su consejo con sus ángeles por la misma razón de ver lo que los ángeles sugerirían hacer en esa situación particular—¿se mantendrían leales al camino de vida de Dios, incluso en tiempos de dificultades, o estarían dispuestos a desviarse de él en aras de soluciones “fáciles”?

¿Dios permite que continúen las batallas espirituales entre ángeles y demonios para permitir la edificación del carácter, ya sea bueno o malo? Las acciones prueban dónde está el corazón de uno. Un ángel que lucha constante y tenazmente por Dios y contra los demonios no será fácilmente persuadido de negar a Dios y de pecar, mientras que un demonio que lucha constante y tenazmente contra Dios no se arrepentirá fácilmente ni aceptará a Dios y su forma de vida.

Dios se preocupa por todos sus seres creados, incluidos sus ángeles, tanto los que se mantuvieron leales a Él como los que se apartaron de Él. Tal vez Dios les permita seguir haciendo lo que quieren hacer—sea bueno o malo—para que su juicio final sea manifiestamente justo sin ninguna sombra de duda. Quizás Dios todavía está probando a sus ángeles y demonios para ver cuál de los ángeles aún no se haya comprometido definitivamente a nunca pecar, y cuál de los demonios aún no se ha comprometido definitivamente a arrepentirse nunca. Dios podría querer que participemos en ese proceso en el futuro, cuando seamos llamados a “juzgar a los ángeles”.

POR QUÉ DIOS NO INTERVIENE AHORA MISMO 

¿Por qué Dios no reemplaza a Satanás y sus demonios ahora mismo? Después de todo, Dios ya ha decretado que Cristo REEMPLAZARÁ al gobierno de Satanás (Juan 12:31; 16:11) en el momento de su regreso (Apocalipsis 11:15).

La respuesta es, Dios quiere que desarrollemos un carácter santo, justo y piadoso. Debemos desarrollar la voluntad de nunca pecar, así como la capacidad de llevar a cabo esa voluntad de nunca pecar. Debemos probarle a Dios que hablamos en serio. Eso requiere tiempo y requiere la ayuda del Espíritu Santo de Dios en nosotros. Tenemos que aprender a resistir la tracción hacia abajo de Satanás y sus demonios. Debemos vencer las tentaciones de pecar, incluso frente a la persecución satánica. Dios quiere ver que no cederemos al “lado oscuro”.

Además, es posible que Dios aún no haya terminado de determinar el destino final de todos sus seres espirituales creados. Como agentes morales libres, ellos también necesitan llegar al punto en que su carácter se ha formado y no cambiará. Indudablemente, esto ya ha ocurrido en muchos casos, pero podrían haber otros casos en los que Dios todavía está probando los espíritus para ver exactamente donde se encuentran.

PARTE 3—LA REALIDAD DEL MUNDO ESPIRITUAL

Dios es Espíritu. Él siempre ha existido. Dios creó un mundo espiritual después de, quizás, millones o miles de millones de años, según lo contaría el hombre. (Sin embargo, comprenda que el tiempo es solo una medida para el beneficio del hombre, y que, para Dios, el tiempo es irrelevante. La Biblia no revela el cronograma de Dios para crear cosas no físicas). Dios finalmente creó un mundo físico—nuestro universo físico con todas sus galaxias, soles y planetas, incluyendo nuestra galaxia y nuestro sol, la tierra y todos los planetas de nuestro sistema solar. La creación de Dios del universo físico—de la materia física—se describe en Génesis 1:1. También se alude en Hebreos 11:3: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. En Job 26:13, se nos dice que Dios, por medio de Su Espíritu, adornó los cielos. Sabemos que Dios EL Padre dio la orden, y que la Palabra—Jesucristo—habló, y por el poder del Espíritu Santo, el universo y la tierra se constituyeron.

Es interesante cómo la Biblia alemana de Lutero traduce Hebreos 11:3: “Por la fe entendemos que el mundo ha sido creado por la Palabra de Dios, de modo que todo lo que uno puede ver vino a ser de la nada”. Lo que se quiere decir aquí es que lo que es visible—lo que los ojos humanos pueden ver—se constituyó de nada visible, es decir, de nada que el ojo humano pueda ver. En otras palabras, se constituyó de espíritu.

A su debido tiempo, una catástrofe destruyó la superficie de nuestra tierra. Hace aproximadamente 6.000 años, Dios renovó la faz de esta tierra. En ese momento, Él creó algo más, que era físico—el hombre moderno. El propósito final de la creación del hombre físico no fue que el hombre permaneciera siempre como un ser físico, sino que, si el hombre calificaba y cumplía con las condiciones que le dio su creador, debía convertirse en un ser espiritual, de la misma manera que Dios es un ser espiritual. Juan 4:23–24 nos dice que Dios el Padre es un ser espiritual. 2 Corintios 3:17 nos revela que Jesucristo es un ser espiritual. 1 Corintios 15:42–44 explica que el potencial del hombre es convertirse en un ser espiritual.

También sabemos que los ángeles son seres espirituales. Fueron creados antes de que se creara cualquier cosa física. En ese sentido, a Dios incluso se le llama “el Padre de los espíritus” en Hebreos 12:9.

MUNDO FÍSICO MODELADO DESPUÉS DEL MUNDO ESPIRITUAL 

Un análisis cuidadoso de las Escrituras muestra que el mundo físico creado, que vemos, ha sido modelado después el mundo espiritual, que no podemos ver.

Leemos, por ejemplo, en Génesis 1:26 que Dios creó al hombre a imagen de Dios, conforme a la semejanza de Dios. Esto debe entenderse literalmente. Aunque el hombre es físico, sin embargo, se parece a Dios, excepto que Dios está compuesto de Espíritu. Podemos entender esto desde el punto de vista de Génesis 5:3, que nos dice que Adán engendró un hijo, “a su semejanza, conforme a su imagen”. Así como el hijo de Adán se parecía a Adán, el hijo y la hija de Dios, Adán y Eva, se parecían a Dios. También vimos en las Escrituras que Cristo, aunque sea un ser espiritual, se parece a un hombre. Mejor dicho, el hombre se parece a Dios y a Cristo, ya que Dios y Cristo existían antes de la creación del hombre.

Comentamos la aparición de seres angélicos. Vimos que a veces se ven como hombres, a veces se ven como animales y, a veces, pueden tener características combinadas de animales y hombres. Así vemos de nuevo que tanto los hombres COMO los animales aparentemente fueron creados según el modelo del mundo espiritual, es decir, Dios y los ángeles.

OBJETOS ESPIRITUALES 

El mundo espiritual no se limita a Dios y sus ángeles. Apocalipsis 3:5 habla de un “Libro de la Vida”. Apocalipsis 4:2 menciona un “trono establecido en el cielo”. Apocalipsis 4:4 describe varios tronos en el cielo. Apocalipsis 4:6 habla de un “mar de vidrio” delante del trono en el cielo.

Además, Apocalipsis 5:1 menciona un libro espiritual, sellado con siete sellos espirituales. Apocalipsis 5:8 habla de arpas espirituales y copas de oro. Apocalipsis 8:2–5 revela la existencia de un incensario de oro espiritual, un altar de oro espiritual e incluso fuego espiritual.

Se nos informa en el libro de Hebreos que todos estos objetos espirituales se usaron como modelo para la creación de objetos físicos en la época de Moisés.

Leemos en Hebreos 9:23–24, en la “Nueva Traducción Viviente: “Por esa razón, el tabernáculo y todo lo que en él había—que eran copias de las cosas del cielo—debían ser purificados. … pero las cosas verdaderas del cielo debían ser purificadas mediante sacrificios superiores… no entró en un lugar santo hecho por manos humanas, que era solo una copia del VERDADERO, QUE ESTÁ EN EL CIELO”.

Entonces, hay un templo espiritual en el cielo (Apocalipsis 11:19; 15:5–6, 8). Además, leemos acerca del templo del tabernáculo. Dios le mostró a Moisés en la montaña exactamente cómo construir el tabernáculo terrenal. Una y otra vez más leemos (Éxodo 25:9; 25:40; 26:30; y 27:8) que Dios le mostró a Moisés un modelo de cómo construir el tabernáculo, el altar, el candelabro de oro y el santuario. Dios le mostró a Moisés cómo se ven las verdaderas cosas espirituales celestiales. Moisés también recibió instrucciones de formar dos querubines, que debían cubrir el propiciatorio. Una vez más, Dios le mostró a Moisés, si es que aún no lo sabía, cómo se ven los querubines.

La Biblia incluso nos dice que hay una montaña espiritual en el cielo. Isaías 14:13 informa que Satanás, anteriormente llamado Lucifer, dijo: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré”. Ezequiel 28:14 agrega lo que Dios dijo acerca de Lucifer: “Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios”. Este monte espiritual de Dios en el cielo también se describe en Hebreos 12:18–24.

Leemos acerca de una ciudad en el cielo, la Jerusalén espiritual o celestial (compárese Hebreos 11:9–10; Apocalipsis 3:12). Descenderá a esta tierra en el futuro (Apocalipsis 21:2–3, 10–21; 22:1–2).

Apocalipsis 2:7 dice que el árbol de la vida está en el Paraíso de Dios. Ezequiel 28:13–16 agrega que Lucifer, quien se convirtió en Satanás, estaba en el jardín de Dios en el momento de su creación, mucho antes de que existiera un mundo físico. Entonces vemos que hay un jardín espiritual de Dios, un Paraíso, en el cielo. 2 Corintios 12:2–4 menciona que el “Paraíso”, el jardín espiritual, está en el tercer cielo donde mora Dios [Los primeros dos cielos—los cielos físicos—pueden dividirse en la atmósfera de la tierra y el espacio más allá de nuestra atmósfera—comúnmente llamado el universo. Además, la Biblia habla de otro cielo, un cielo compuesto de espíritu: el tercer cielo (2 Corintios 12:2), donde vive Dios (Salmo 11:4; Hebreos 9:24)]. El jardín físico del Edén, que Dios creó más tarde para Adán y Eva, se modeló según el jardín espiritual que existe en el cielo, y en el cual se encuentra un árbol espiritual de la vida. Cuando la Jerusalén celestial descienda a esta tierra, el jardín celestial, con el árbol de la vida en él, descenderá a esta tierra también.

Apocalipsis 21:1 nos dice que la Jerusalén celestial descenderá del cielo a esta tierra, DESPUÉS de que Dios haya creado un cielo nuevo y una tierra nueva. Esto sucederá después de que todos los seres humanos hayan sido transformados a la inmortalidad, o hayan sido quemados y destruidos en el lago de fuego. Para entonces, como leemos en Apocalipsis 20:14, la muerte ya no existirá. Se nos dice que la muerte habrá sido lanzada al lago de fuego. Apocalipsis 21:4–5 confirma que NO HABRÁ MÁS MUERTE a partir de ese momento.

Es cierto que durante el Milenio, algunas de las cosas mencionadas en Apocalipsis 21 y 22 se encontrarán en esta tierra como precursores físicos (Ezequiel 47:1, 7–8, 12). Sin embargo, hay diferencias. Ezequiel 47 habla de la existencia de un templo físico. Cuando la Jerusalén celestial descienda a esta tierra, después del Milenio, no habrá templo en ella, “porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo de ella” (Apocalipsis 21:22).

Nuevos cielos y una nueva tierra

La Jerusalén celestial descenderá del cielo, después de que la tierra física y los cielos físicos sean quemados, y después de que Dios cree nuevos cielos y una nueva tierra (2 Pedro 3:7, 10–13). Isaías 51:6 agrega que “los cielos serán deshechos como humo”. Isaías 34:4 nos dice que “Todo el ejército de los cielos se DISOLVERÁ”, y que “…los cielos se ENROLLARÁN como un libro”. Dios creará nuevos cielos y una nueva tierra, que permanecerán (Isaías 65:17; 66:22).

Entonces, ¿qué permanece o perdura? ¿La materia dura para siempre? ¿Tendrá nuestro nuevo sistema solar, si podemos llamarlo así, un sol y una luna? Aparentemente no, como leemos en pasajes como Isaías 60:19–20 y Apocalipsis 21:23.

Encontramos una descripción de la nueva creación de Dios en el Salmo 102:25–26, en la “Nueva Versión Internacional”: “En el principio tú afirmaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces. Todos ellos se desgastarán como un vestido; como ropa los cambiarás y los dejarás de lado”.

¿De qué manera los cambiará Dios? 2 Corintios 4:18 nos dice: “…pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”

Nótese también en Hebreos 12:25–29: “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: ‘Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo’. Y esta frase: ‘Aún una vez’, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor”.

La Biblia “Lamsa”—en inglés—traduce el versículo 27 de esta manera: “Y estas palabras, una vez más, significan el CAMBIO de las cosas que pueden ser sacudidas, porque están hechas para que las cosas que no pueden ser sacudidas permanezcan”.

Cambio en Espíritu

Romanos 8:18–23 nos dice muy claramente cuáles serán esas cosas invisibles: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, A la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción [filiación], la redención de nuestro cuerpo”.

Vimos en el versículo 21 que la creación será libertada de la corrupción “a” (“eis” en griego) la libertad gloriosa de los hijos de Dios. La “Biblia del Jubileo” traduce el versículo 21 de esta manera: “con esperanza que también las mismas criaturas serán libradas de la servidumbre [esclavitud] de corrupción en la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. La “Nueva Traducción Viviente” escribe: “…la creación espera el día en que será liberada de la muerte y la descomposición, y se unirá a la gloria de los hijos de Dios”. La “Nueva Versión Internacional” dice: “…de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así ALCANZAR la gloriosa libertad de los hijos de Dios”.

La palabra griega para corrupción o descomposición que se usa en el versículo 21 es “phthora”. Es la misma palabra que se usa en 1 Corintios 15:42, donde leemos: “Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción”. También se usa en Gálatas 6:8: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción”.

Esta creación física, modelada según la creación espiritual de Dios, espera ser libertada de la corrupción para obtener la libertad gloriosa de los hijos de Dios. La gloriosa libertad que recibirá el universo incluye la libertad de la muerte. En ese nuevo universo, la MUERTE será desconocida, al igual que la descomposición y la corrupción.

Nosotros seremos transformados en Espíritu. El espíritu perdura. El espíritu no puede morir ni corromperse. El espíritu permanece. El espíritu es INCORRUPIBLE. El universo obtendrá esa misma libertad de la descomposición, la corrupción y la muerte. Para obtener tal libertad de la muerte y la corrupción, este universo tendrá que ser transformado en ESPÍRITU, como también nosotros seremos transformados en seres espirituales. De esta manera, los cielos nuevos y la tierra nueva permanecerán, pues sólo quedarán las cosas que el ojo humano no puede ver.

Cuando la Jerusalén celestial descienda a esta tierra, como ciudad espiritual, después de que Dios haya creado nuevos cielos y una nueva tierra, permanecerá como ciudad espiritual. No se transformará en materia, en algo físico. ¿Por qué debería volverse físico? En ese momento, toda la humanidad que haya elegido vivir el camino de vida de Dios se habrá convertido en seres espirituales. Los seres humanos físicos ya no existirán. Dios no se convertirá en un ser físico. Los ángeles no se convertirán en seres físicos. Cada cosa física habrá sido destruida en el fuego global que deshará la tierra y disolverá el universo físico, como leemos en 2 Pedro 3:11. Esto incluirá a aquellos humanos que se hayan negado deliberadamente a vivir la forma de vida de Dios. (Para obtener más pruebas de ese aspecto del Plan Maestro de Dios, solicite nuestro folleto gratuito, “¿Tenemos un alma inmortal?”)

Es cierto que Eclesiastés 1:4 dice que la tierra permanecerá para siempre. Sin embargo, esto no significa necesariamente que esta tierra permanecerá para siempre en un estado físico. Sabemos que, en última instancia, todo lo físico se descompondrá y dejará de existir. Después de todo, nosotros permaneceremos para siempre, pero no permaneceremos en este cuerpo físico. Más bien, seremos transformados en seres espirituales.

Dios restaurará una condición que existía al comienzo de su creación cuando creó por primera vez a los seres espirituales y las cosas espirituales. En última instancia, todas las cosas físicas, que han sido modeladas según las cosas en el mundo espiritual, serán cambiadas en cosas espirituales.

¡Qué increíble potencial tiene el hombre! Nosotros, como seres humanos insignificantes, diminutos, mortales, físicos y temporales, tenemos el potencial de convertirnos en miembros inmortales de la Familia de Dios, en seres divinos reales, compartiendo su mundo espiritual. Necesitamos liberarnos de la esclavitud de las limitaciones y los sufrimientos temporales, salir de la restricción de las limitaciones físicas y escalar, por así decirlo, en nuestras mentes, a la existencia espiritual real del mundo de Dios, que ya podemos visualizar con nuestros ojos espirituales. Mantengamos nuestro enfoque en las cosas de arriba, sabiendo que Dios las compartirá con nosotros muy pronto.

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